La instantánea que pasará a la historia del viaje oficial de Pasqual Maragall a Israel y Palestina no la tomó un fotógrafo, sino el propio presidente de la Generalitat de Cataluña. Fue a la salida del Santo Sepulcro, por las calles de Jerusalén. Maragall y el líder de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, paseaban distendidos y al primero se le ocurrió entrar en una tienda de souvenirs , de la que salió con una cámara de fotos de usar y tirar y una corona de espinas de las que los turistas se llevan para rememorar la que Jesucristo llevó en su calvario y crucifixión. Se la tendió a Carod y procedió a inmortalizar la imagen. Luego repitió la broma con el consejero de Economía.

"Hacer el payaso"

No había periodistas en ese momento, pero sí cámaras. Lo que era una broma se convirtió en material sensible en una zona donde la tensión religiosa y política está siempre a flor de piel. Fuentes del entorno del president reconocieron que el gesto, sacado de contexto, podría ser mal acogido por algunos sectores cristianos. De hecho, en Barcelona, el dirigente democristiano Josep Antoni Duran Lleida calificó la escena de "espectáculo vergonzoso" y acusó a los protagonistas de "hacer el payaso", además de pedirles respeto "hacia los cristianos y el marco que significa justamente Jerusalén para estas personas".

El recorrido por el viejo Jerusalén, que incluyó la visita al Muro de las Lamentaciones, fue el punto final de una mañana marcada por las emociones. Tras reunirse con el viceprimer ministro y titular de Industria, Comercio y Trabajo israelí, Ehud Olmert, Maragall, Carod y el publicista Lluís Bassat, visitaron el recién estrenado Museo del Holocausto judío.

Pensado para demostrar la salvaje brutalidad con la que los nazis trataron a los judíos, el museo refleja una innumerable relación de duras historias personales, de datos y fotografías que hacen evidente la existencia del Holocausto.

Maragall utilizó los ordenadores para buscar, sin éxito, datos sobre unos familiares portugueses de su yerno. Casi al salir, Maragall y sus acompañantes pudieron ver dos listas impresionantes. Una, la de los judíos salvados por el empresario alemán Schlinder, y otra, la que incluye el número de judíos de todo el mundo, distribuidos por países, y a los que el régimen nazi planeó eliminar.

Al final de la visita, Maragall hizo una ofrenda floral a las víctimas del Holocausto. Esta vez, con Carod a su lado y sin problemas con las banderas --el día anterior, Carod se había negado a asistir a un acto de homenaje al fallecido líder israelí Yitzhak Rabin porque no figuraba la bandera catalana--, ya que no fue izada la española.

No obstante, se repitió el incidente de la víspera con el ramo de flores utilizado en la ofrenda a Rabin. También ayer, el ramo tenía una banda con los colores de la bandera catalana, pero, añadido con alfileres, la bandera española. Discretamente, como ya ocurrió el jueves, una persona de la comitiva de Maragall se encargó de eliminarlo.