Manuel Fraga cantó ayer, a sus casi 83 años, su quinto alirón consecutivo. Los gallegos dejaron al anciano presidente al borde de la mayoría absoluta, aunque si el voto emigrante no le da el escaño que le falta para llegar a los 38 diputados, y la empresa no parece fácil, de nada le habrá servido la victoria cara a gobernar Galicia. Fraga se mostró anoche confiado en que el voto de la diáspora le aporte el diputado que le falta, pero aseguró que, incluso en caso contrario, "como es natural" liderará "la oposición".

El PP sufre pérdida de votos en todos las circunscripciones, incluso en sus tradicionales feudos de Lugo y Ourense, en los que los socialistas y los nacionalistas del BNG ya confiaban en una buena cosecha de sufragios tras su intensa campaña. Pese a este retroceso general, los populares mantienen el tipo, especialmente en Ourense, donde repiten sus ocho escaños. En Lugo retroceden uno, igual que en A Coruña, mientras que en Pontevedra pierden dos diputados.

GESTO DEMUDADO Pasaban pocos minutos de las siete de la tarde cuando Manuel Fraga llegó a la sede del PP para seguir los resultados junto a sus colaboradores. El demudado gesto de Fraga al llegar hacía augurar que los populares se temían una debacle. También el de Xosé Crespo, coordinador de campaña, en su primera comparecencia ante la prensa. Pero el anciano presidente, curtido en muchas batallas, confiaba en los gallegos "agradecidos" y pidió una y otra vez paciencia a su equipo. El tiempo le dio la razón.

"Estos resultados me comprometen más que nunca con Galicia y sus electores", proclamó un satisfecho Fraga cuando, con el 97,2% de los votos escrutados, el PP seguía estancado en los 37 escaños. El presidente dio las gracias "al pueblo gallego", felicitó a los presidentes provinciales de su partido y advirtió a sus adversarios, Emilio Pérez Touriño (PSG-PSOE) y Anxo Quintana (BNG), de que "asumen una gran responsabilidad" si acaban formando gobierno.

Fraga dijo no haber llamado a sus rivales para felicitarles por el resultado --"me deben llamar ellos a mí", declaró tras subrayar que el PP es la fuerza más votada--, pero sí dijo haber hablado con José María Aznar y Rodrigo Rato. No dijo nada de conversaciones con Mariano Rajoy, pero éstas se sucedieron a lo largo de todo el día de ayer. Sí, en cambio, le dio públicamente las gracias por el apoyo prestado durante la campaña. "Ha consolidado su posición de gran líder nacional", aseveró.

Y es que, efectivamente, los resultados de ayer permiten respirar aliviado a Rajoy. Una debacle del PP en Galicia hubiera sido letal para su liderazgo al frente del PP, pero ahora podrá esgrimir a su favor que, con su desembarco los últimos diez días de campaña, consiguió frenar la sangría de votos que sufría Fraga y llevar al PP al umbral de la mayoría suficiente.

CALLAR A LOS DISIDENTES Si a Rajoy el resultado gallego le sirve para esta finalidad, a Fraga también le permitirá tapar la boca a todos los populares, y no eran pocos, que pensaron que, habida cuenta de su edad, no era el mejor candidato para esta reñida contienda. También le permitirá controlar, aunque no como él quería, que era desde el poder, el siempre aplazado proceso de su sucesión. Con el permiso de Rajoy, algo también querrá decir tras el resultado.

Fraga no quiso hablar ayer del tema: "No perdamos el tiempo", dijo anoche. "Todos vamos a morir", remató, dejando entrever que no tiene prisa por acometer su relevo al frente del PP gallego.

Sin embargo, con un PP en la oposición el proceso se augura más complejo y más tenso que desde el Gobierno. Y, en la oposición, son muchos los que augurar luchas intestinas entre los del birrete (urbanos, renovadores y próximos a la dirección del PP en Madrid) y los de la boina (rurales, galleguistas y populistas).

Al primer sector pertenece Alberto Núñez Feijóo, vicepresidente primero de la Xunta y cabeza de lista por Pontevedra; al segundo, José Luis Baltar, presidente de la Diputación de Ourense y líder del PP en esta provincia, que en otoño pasado ya estuvo a punto de capitanear una escisión en el partido, y José Cuiña, pontevedrés que pagó con su dimisión como conselleiro los platos rotos del caso Prestige . Al vicepresidente segundo de la Xunta y cabeza de lista del PP por Lugo, Xosé Manuel Barreiro, se le alinea con este sector.