La carrera de poder dictatorial que el general Francisco Franco comenzó con el vuelo del Dragon Rapide ha llegado a su final en la mañana de este jueves con el vuelo de un helicóptero Cougar Super Puma, el que ha sacado su cadáver del enorme mausoleo del Valle de los Caídos.

Han pasado cuatro décadas de democracia hasta este momento, varias veces aplazado por las circunstancias políticas y las trabas judiciales interpuestas por la familia Franco. Sin honores militares, ni bandera alguna -pese a los intentos de su familia-, los restos del general han salido del monumento en el que el último presidente de su régimen, Carlos Arias Navarro, planeó que se le rindiera homenaje constante. El Gobierno ha cumplido así el mandato de la Ley de Memoria Histórica, anulando el principal símbolo monumental del franquismo que quedaba en España, la propia tumba del dictador.

El féretro ha cruzado 296 metros de templo excavado en el risco escurialense de Cuelgamuros, a hombros de los nietos y bisnietos, para su partida hacia un panteón no monumental y no visitable en el cementerio madrileño de Mingorrubio. Es el lugar en el que Franco pensó en vida que sería enterrado, y en el que yace su esposa, Carmen Polo.

Carpa antifotos

Solo dos nietos, Merry y Cristóbal Martínez Bordiu, han asistido al acto mismo de la exhumación, que se ha llevado a cabo en el interior de una carpa colocada sobre la tumba de Franco para impedir la toma de imágenes. Dentro han estado también, además de cuatro operarios, la ministra de Justicia, Dolores Delgado, y un forense cuyo nombre no se ha publicado para que no fuera objeto de amenazas.

La extracción del féretro se ha llevado previa apertura de la tumba con dos gatos hidráulicos, los que han elevado "sin incidencias" según ha informado el Gobierno, la losa de granito de 1.400 kilos que la ha tapado durante 43 años, 11 meses y un día. Un trabajador funerario se ha metido en el agujero para asegurar unas sogas, las que han servido para izar el féretro.

Fuera de la carpa , otros 20 nietos y bisnietos de Franco esperaban en torno al altar de la basílica, y se han turnado a lo largo del recorrido por el templo en silenciosa comitiva para llevar a su ancestro hasta un coche fúnebre que le esperaba en la puerta para transportarlo hasta el helicóptero. El ataúd iba cubierto con un estandarte con el escudo de la antigua Casa de Franco, bordeado por el laurel de la Cruz Laureada de San Fernando.

Los portadores, todos varones y con el candidato legitimista a la corona de Francia Luis Alfonso de Borbón en primera fila, han salido por la gran puerta de la basílica dando la cara al sol tímido de una fría mañana otoñal en la montaña madrileña.

Cuando han bajado el féretro de sus hombros, los familiares han gritado "Viva España!" y "Viva Franco!", pese a la intención del Gobierno de que este acto no contuviera el más mínimo gesto de exaltación de la dictadura.

Bandera vieja

Temprano, a su llegada al valle, los familiares de Franco habían intentado introducir una bandera preconstitucional, la que tapó el féretro en el entierro de 1975, a pesar de que el Gobierno les había advertido de que, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, no podrían exhibir símbolos de exaltación de la dictadura... salvo en el interior del pabellón de Mingorrubio, que considera el Ejecutivo espacio privado, pese a que se trata de un lugar que rige Patrimonio del Estado bajo concesión administrativa.

Toda la comitiva que se ha metido en la basílica ha pasado por un escáner y un detector de metales, ambos dispuestos para evitar la introducción de dispositivos electrónicos.

El féretro de Franco ha sido llevado por el coche fúnebre hasta el vientre del helicóptero, que ha partido sin problemas tras dejar unos minutos de tiempo a que el resto dela comitiva llegue por carretera hasta El Pardo. La aeronave ha cruzado ruidosamente sobre las cabezas de los congregados valle abajo, hacia el último destino de Franco en Madrid.

Antes ha oficiado un breve responso el excandidato electoral de Falange Española fray Santiago Cantera, prior de la abadía benedictina que custodia el Valle, el último franquista que se ha resistido a la medida interponiendo denuncias hasta 24 horas antes. Cantera es ya un icono para la ultraderecha en España.

Nostálgicos de la dictadura

En la cancela de entrada al Valle -que, agarrado por un águila bicéfala, aún exhibe el escudo de la casa de Franco junto a otro emblema oficial del monumento- se han concentrado dos grupos dispersos de nostálgicos de la dictadura. Algunos exhibían banderas franquistas, y otros pancartas. En una de ellas se leía: "Sánchez, desokupa! Deja a Franco en paz".

Entre el grupo de ultras, con su boina verde y sus tres estrellas, estaba el coronel retirado de las fuerzas especiales del Ejército Lorenzo Fernández, veterano de las tropas nómadas del Sáhara, que ha contado a El Periódico que ha acudido al Valle "por lealtad al que fue caudillo de España y mi primer jefe militar".Para este soldado jubilado, la exhumación de Franco es "una canallada".

Ante la entrada misma del Valle, la Guardia Civil se ha visto en problemas para contener a toda la gente que, entre franquistas y periodistas, se acumulaba en la cuneta de una peligrosa carretera que une las localidades de Guadarrama y San Lorenzo de El Escorial.

Seguridad reforzada

Un dispositivo reforzado de la Guardia Civil ha blindado el Valle de los Caídos durante esta histórica exhumación. Por la mañana, tomó las intersecciones de las carreteras que llevan a Madrid desde el área de La Nava, en la Sierra del Guadarrama. No había rotonda, puente o cruce sin una pareja de guardias.

Dentro del Valle, desde la madrugada los agentes acordonaron la abadía y la hospedería que regentan los frailes agustinos en previsión de sabotajes, permitiendo la salida solo al prior y hacia la sacristía de la basílica para preparar su responso.

Ha mandado el dispositivo el general Diego Pérez de los Cobos, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid. En 2017, siendo coronel, mandó en Catalunya el dispositivo policial contra el referéndum ilegal del 1 de octubre.