Tras la exhumación de Franco, la destrucción del monumento republicano del cementerio de La Almudena. Madrid es ya el principal frente de la guerra que izquierda y derecha libran por la memoria histórica. Ayer, operarios de los Servicios Funerarios de Madrid terminaron de arrancar las placas con los nombres de 1.000 republicanos fusilados de un memorial de granito, el principal de cuantos hitos políticos guarda la necrópolis madrileña. El Ayuntamiento de Madrid está «modificando» la obra del monumento, que ya iba por el 80%. Ya no lucirá nombres, y representará, por decisión del PP y Cs, a todas las víctimas (rojos y nacionales) asesinadas en la ciudad entre 1936 y 1944, y no solo a los republicanos desde 1939.

Cuando familiares y activistas fueron a comprobarlo se encontraron el recinto tapado por alambradas y telas verdes. Dentro trabaja un grupo de albañiles. Tras arrancar 65 placas de granito, el monumento se ve esqueletizado, puro hormigón. Las placas se amontonaban luciendo obscenamente los nombres que llevan grabados hasta que, tras la afluencia de cámaras de televisión, el jefe de la obra dio orden de taparlas.

Aunque los nombres del ferroviario de la UGT Félix Chicharro, fusilado el 26 de mayo de 1939 con 46 años de edad, y del vecino de Madrid Ángel Antón, fusilado dos semanas después a los 39 años, sobresalían entre los restos. Serán sustituidos por placas del mismo granito, pero mudas.

«Es como si les fusilaran de nuevo», se lamentaba Tomás Montero, hijo de Tomás Montero y nieto de Tomás Montero Labrandero, campesino y tesorero de UGT en la localidad madrileña de Majadahonda, fusilado con 29 años de edad el 14 de junio de 1939.

El nombre de Tomás figuraba entre otros 1.000 de 2.937 víctimas que fueron llevadas a un talud de tierra ante la Puerta de O’Donnell del que se llamaba Cementerio del Este, que hoy tapan una rotonda y dos puestos de flores entre un ruidoso tráfico de autobuses. «No han contado con nosotros. Nos hemos enterado por terceros», denuncia Montero, coordinador del colectivo Memoria y Libertad de Madrid.

El 24 de junio de 1939 se hizo en Madrid una saca cuantiosa. Ciento cuatro hombres fueron al talud. Entre ellos, el ugetista de Móstoles Valeriano Jara, que recibió las balas del pelotón con 33 años de edad. Su sobrino nieto Isidro se duele: «Las placas que estaban reparaban. Esto de hoy no repara a nadie».

El consistorio de José Luis Martínez Almeida ha explicado que se cambia la obra que inició su antecesora Manuela Carmena «por no cumplir con el acuerdo del Comisionado de Memoria Histórica», pues «el monumento que se había planeado no seguía las premisas de imparcialidad dadas por el Comisionado».

Aquel Comisionado, ente asesor del Ayuntamiento que presidió la abogada Paca Sahuquillo y que integraban José Álvarez Junco y Andrés Trapiello entre otros, consideró en junio de 2018 «poco conveniente» poner nombres en el monumento, por el riesgo de mezclar víctimas y victimarios pues, antes de la entrada de Franco, en Madrid hubo represión republicana. En la anterior legislatura municipal, el concejal del PP e historiador Pedro Corral advirtió de que había «chequistas» entre los homenajeados.

La misma comisión recomendó colocar en el monumento otra placa recordando a las víctimas de esa previa represión en retaguardia, de 1936 a 1939. «Pero su dictamen no es vinculante», recuerda Fausto Canales, destacado activista pro Memoria. Miembros del gobierno municipal han contactado con familiares de los republicanos fusilados para conversar. Pero el contencioso tiene otros caminos. El abogado Eduardo Ranz ha presentado denuncias acusando al ayuntamiento de prevaricación y malversación: el monumento llevaba ya 210.000 euros gastados. Los familiares perjudicados no tienen lugar en el que visitar a sus muertos. A los fusilados los enterraban en fosas de 14 cuerpos. Al ser tumbas de caridad, a los diez años los restos se echaron al osario.