José Luis Rodríguez Zapatero está volcando toda su acción política en la crisis económica. Lejos de la inacción del primer momento, ha puesto en guardia a todos los miembros del Gobierno, a los que pide constantemente medidas y proyectos para buscar soluciones.

Pero la necesidad de actuar le ha llevado a una hiperactividad que algunos miembros del Ejecutivo y del inmediato escalafón canalizan de forma muy especial. Entre ellos destaca el secretario de Estado de Economía, David Vegara, que ha cobrado una gran proyección política; el vicepresidente económico, Pedro Solbes, y el gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez.

Un nuevo paquete

El presidente, tras los decretos para avalar los créditos de los bancos y para adquirir activos de las entidades a cuenta de la deuda pública, presentará hoy un paquete de medidas fiscales en el Congreso que vaya en consonancia con lo que acordó ayer la Comisión Europea, además de dar cuenta de su participación en la cumbre de Washington. Su máxima es ir de la mano de los países europeos.

En su estrategia cuenta con dos referencias: el director de la oficina económica de Presidencia, Javier Vallés, a quien pide, a lo largo del día y móvil en mano, todo tipo de datos, porcentajes y previsiones; y José Enrique Serrano, el director de su gabinete, que transmite indicaciones a los ministros más implicados, como el de Trabajo, Celestino Corbacho, quien, además del día a día, se centra en los proyectos a medio plazo cuyo objetivo es integrar a los desempleados en el mercado laboral.

Aunque Rodríguez Zapatero tiene una relación estrecha con el ministro de Industria, Miguel Sebastián, la conexión con Vegara es cada vez más intensa. Con él busca medidas para reactivar la economía, en especial tratando de incentivar el aumento del consumo, cuyo brusco descenso es una de las principales causas de la recesión.

Solbes y Fernández Ordóñez, en cambio, están protagonizando un papel más ingrato. El vicepresidente económico trata de poner coto a una acción política que desborde el gasto, mientras que el gobernador del Banco de España, en consonancia, vigila que lo anterior no redunde en un incremento del déficit mucho más allá del 3%, al margen de que la UE dé permiso para exceder ese límite.

El argumento principal es que, antes de impulsar nuevas medidas, hay que ver qué efectos están teniendo las que ya se han tomado. Un ministro admite que Zapatero "nos presiona a todos, reclamando soluciones, pero, en última instancia, no se aleja de los postulados del Ministerio de Economía".

En el Ejecutivo, por tanto, se han instalado dos dinámicas distintas. Si el flanco defensivo se identifica con los guardianes del dinero público, la ofensiva parte del propio Zapatero, que llama constantemente a los ministros, obligado por su cargo y por el contexto político internacional --la también hiperactividad del presidente francés, Nicolas Sarkozy, o del primer ministro británico, Gordon Brown-- y de la dirección del PSOE. Aquí es clave su vicesecretario general, José Blanco.

Conocedor de las encuestas, sensible a lo que ocurre en la calle, Blanco está apretando las tuercas para que el Gobierno no tema al déficit y considere que se trata de una situación excepcional, con un aumento del paro nunca visto. También José Enrique Serrano juega un papel político de notable importancia, al actuar como coordinador de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos del Gobierno. Y fija su criterio José Miguel Vidal Zapatero, primo del presidente del Gobierno y director adjunto de su gabinete.

Mensajes claros

La vicepresidenta del Ejecutivo, María Teresa Fernández de la Vega, también abandera la acción política, además de coordinar toda la iniciativa legislativa del Gobierno. Reclama mensajes claros para después de los Consejos de Ministros. Por ello, su relación constante con el presidente se considera de suma importancia para difundir una acción coherente que pueda resolver las dudas del mundo empresarial.

Y es que en ciertos círculos empresariales se exige al Ejecutivo de Rodríguez Zapatero que no dé la impresión de que "va a remolque de los acontecimientos, sin políticas ni una voz claras".