Con el augurio de una alta participación, bastante superior al 60,2% registrado hace cuatro años, los gallegos acudirán hoy a las urnas para elegir en los comicios más reñidos de su historia entre el cambio que representa el binomio formado por el socialista Emilio Pérez Touriño y el nacionalista Anxo Quintana, o el continuismo que ofrece un Manuel Fraga que, en los últimos tres lustros, ha amarrado la Xunta con cuatro mayorías absolutas consecutivas.

Hoy se decide el próximo Gobierno de Galicia. Pero también si José Luis Rodríguez Zapatero podrá contar con una nueva autonomía predispuesta a consolidar su modelo territorial de una España plural o, por el contrario, a contribuir a la recuperación de un Mariano Rajoy necesitado de un éxito electoral tras el batacazo del PP en Euskadi.

Este doble pulso se ha reflejado con claridad en los mensajes transmitidos por los tres aspirantes a presidir la Xunta durante la campaña, que han ido modulando a medida que evolucionaban los resultados de las encuestas internas, que desde el lunes han hecho recobrar las esperanzas a un PP que prácticamente tiraba la toalla hace 15 días.

LOS ´OGROS´ DEL PP La campaña ha ido creciendo en agresividad día a día. Fraga y Rajoy no se han mordido la lengua desde el principio, contraponiendo su oferta de "estabilidad y seguridad" al "experimento" de una coalición de PSG-PSOE y BNG. Carod, Ibarretxe y un Zapatero "secuestrado por sus socios", o la llegada "de ETA entera" a Galicia, han sido los ogros que han intentado fijar en la retina de una sociedad tradicionalmente esquiva al cambio.

El PP partía al arrancar junio como perdedor. El CIS le vaticinaba 36 escaños (ahora tiene 41, tres por encima de la mayoría absoluta) y otros sondeos auguraban una caída libre mayor. El PSG, con 17 asientos en la Asamblea gallega, los mismos que un BNG estancado, llegó a soñar con el sorpasso a Fraga y en convertirse en primera fuerza de la comunidad.

Desde el pasado lunes, cuando se detectó el primer repunte del voto a Fraga, el también gallego Rajoy decidió tomar el mando de la nave. Fue una decisión arriesgada, pero calculada. Si el PP, contra pronóstico, retiene la Xunta, podrá esgrimir que él ha pilotado el ascenso. Si el octogenario candidato queda a uno o dos escaños de la mayoría, el argumento seguirá siendo válido y le servirá tanto para reforzar el liderazgo que algunos le empiezan a cuestionar dentro del PP como para situarse en una posición privilegiada para dirigir la sucesión del anciano Fraga.

Por eso, Rajoy no ha dudado en virar su discurso en los últimos días y pedir a los gallegos, que, además de votar "por Fraga y Galicia", lo hagan pensando en él. El titular de la Xunta, por su parte, ha renunciado al recurso emocional de apelar a los electores a darle su última oportunidad, algo que sí hacía la primera semana y que los asesores del PP empezaron a detectar que se estaba convirtiendo en un arma de doble filo. Parte del electorado tradicional de los populares cree que Fraga no habría tenido que presentarse.

Zapatero se ha dejado ver poco en la campaña. Los tres mítines en los que ha participado han sido los más concurridos del PSG, pero los socialistas han evitado que el presidente ensombreciera el perfil de un Touriño al que muchos gallegos ven aún falto de carisma.

Por eso, ambos han intercambiado sus papeles. Touriño ha intentado hacer de Zapatero y ha optado por una campaña de propuestas y destinada a demostrar talante. El PSOE cree que en esta estrategia han sido un regalo las continuas salidas de tono de Fraga, a las que Touriño casi no ha replicado. Zapatero ha salvaguardado la imagen de centralidad de Touriño asumiendo el papel de martillo del PP.

El BNG, tras concentrar sus dardos en Fraga, sólo ha endurecido su discurso nacionalista en el esprint final, en un giro que cabe interpretar en la clave interna de dar satisfacción a su electorado.