Las relaciones entre el Gobierno y el PP parecen imposibles desde que estalló la pandemia del coronavirus. Cuando uno se acerca, el otro se aleja, y viceversa. Ayer fueron los conservadores quienes buscaron el acuerdo con el Ejecutivo y este el que optó por el ataque. A dos días de que el Congreso examine el decreto con las medidas para la llamada «nueva normalidad» (mascarillas obligatorias en el trabajo y el transporte público, distancia interpersonal de un metro y medio, pruebas diagnósticas a todos los casos sospechosos, entre otras), Pablo Casado anunció su disposición a apoyar esa norma, cuya aprobación ya está garantizada gracias a los pactos del Gobierno con Cs y el PNV. Pero la Moncloa, en lugar de valorar el gesto, acusó a los populares de electoralismo y de «trabajar» en Europa «en contra de España».

Hasta ahora, y con sonadas excepciones, el Gobierno había preferido no caer en el cuerpo a cuerpo con Casado. Consideraba que en un momento tan complicado como este, con España sumida en una crisis sanitaria, económica y social, su mensaje debía estar centrado en la necesidad de que los partidos trabajen en aras de la «unidad». Sin embargo, la actitud de los conservadores en la Eurocámara, donde junto al resto de populares europeos exigen estrictos controles al Ejecutivo para que reciba los fondos de reconstrucción (cifrados en 750.000 millones de euros, de los cuales 140.000 millones corresponderían a España), ha provocado que la Moncloa cambie de discurso.

POSICIÓN «INADMISIBLE» / Tras el Consejo de Ministros, en su intervención inicial, sin pregunta alguna, la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, dijo: «Nos parece inadmisible que el principal partido de la oposición esté trabajando en contra de los intereses de España. Exigimos que rectifique y reme en la misma dirección que el conjunto de fuerzas políticas. No se puede justificar que el principal partido de la oposición no esté en esa tarea, sino que juegue en contra de los intereses de España».

Según Montero, lo que está haciendo el PP es «gravísimo» y «un hecho que no tiene precedentes» en Europa, donde todos los partidos de la oposición se comportan de otra manera. «No toca en este momento pedir condicionalidades a cambio del fondo de reconstrucción. Es urgente que llegue la ayuda, porque somos de los países más afectados. Y ahora nos encontramos con que el principal partido de la oposición se dedica a hablar mal de España. Es inadmisible que ponga en duda la solvencia del país y la capacidad del Gobierno para los fondos de reconstrucción», dijo.

Casi a la misma hora, en una declaración grabada, sin posibilidad de hacer preguntas, Casado confirmaba su disposición a pactar la nueva normalidad con el Gobierno. Pero con condiciones. La exministra de Sanidad Ana Pastor negociará hasta mañana con el actual titular de esta cartera, Salvador Illa, y los populares quieren que la norma incorpore medidas como la creación de una agencia nacional de coordinación del sistema sanitario y un plan de seguimiento de enfermos de covid-19. Al mismo tiempo, se abre paso otro pacto entre el PSOE y el PP, de mínimos y también en el ámbito de la salud, dentro de la comisión de reconstrucción del Congreso.

Pero el Ejecutivo no pareció impresionado por esta nueva disposición de Casado al acuerdo: «Cuando hay elecciones, ahora gallegas y vascas [el 12 de julio], Casado se maquilla de persona moderada y trata de transmitir que está planteando pactos». De hecho, vaticinó que hoy, en la sesión de control en la Cámara baja, el líder de los populares volverá a su habitual tono crispado.

El Ejecutivo no se hace especiales ilusiones con el PP cara al principal proyecto en el horizonte: los Presupuestos. Pero sí con ERC. La vicepresidenta primera, Carmen Calvo, intentó minimizar el malestar de los republicanos, que el día antes habían anunciado su voto en contra del decreto de nueva normalidad. «Los socios de Gobierno siguen siendo la parte progresista del arco parlamentario. ERC está arrancando motores preelectorales», señaló en Antena 3.