El Gobierno no mantiene contacto alguno con ETA, así que no sabe si quiere o no abandonar definitivamente las armas, pero si al final anuncia que sigue ese camino a la banda se le plantearán rigurosas pruebas porque en la memoria del Ejecutivo sigue muy presente lo ocurrido en la T-4 de Barajas el 30 de diciembre del 2006, cuando la organización terrorista dinamitó el proceso de diálogo al segar la vida de dos ciudadanos ecuatorianos. "Hay que desconfiar", dijo ayer José Luis Rodríguez Zapatero acerca de las intenciones de ETA tras el alto el fuego decretado el domingo de la semana pasada a través de un vídeo. Para el presidente del Gobierno, lo mejor de ese comunicado fue "la reacción unánime de los partidos políticos".

"Las pruebas que tendrían que poner encima de la mesa para que el Gobierno y la democracia sepan que dejan la violencia en serio van a ser de gran exigencia", dijo Zapatero en una entrevista con la cadena SER.

En cualquier caso, el jefe del Ejecutivo señaló que no "tiene información cierta de cuáles son las intenciones de ETA", pero se mostró optimista.

En su opinión, el día del fin de la banda terrorista está cada día más cerca. "No será fácil; costará, pero no cabe ninguna duda de que la política antiterrorista y la debilidad de quienes apoyan la violencia son los hechos de hoy", señaló. Aun así, reconoció que ante la organización "debe considerar todas las hipótesis y tener un plan B, incluso un plan C", pero, por motivos de "prudencia", no quiso desvelar por dónde pasan esas estrategias alternativas.

CONDICIONES PARA BATASUNA Hay, a su modo de ver, dos causas que explican el reciente gesto de ETA. Por un lado, la banda terrorista "no puede más" tras los últimos golpes policiales. Por otro, la izquierda aberzale "le está pidiendo a ETA que acabe ya". Al movimiento político que sustenta el terrorismo independentista vasco le dijo Zapatero que si quiere volver a presentarse a unas elecciones, ya sea bajo el nombre de Batasuna o con otras siglas, tiene que condenar "tajantemente la violencia" y no entrar "en el terreno de la ambigüedad". "No vale decir: ´Queremos un proceso democrático", concluyó.

NO DESVELA SU FUTURO El jefe del Ejecutivo, por último, descartó que la vuelta a Cataluña del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, vaya a ir acompañada de una remodelación del Gobierno y continuó sin desvelar su futuro cara a los próximos comicios generales, que se celebrarán en el 2012. "Tengo tanta fuerza y energía como el primer día. El año que viene hablaremos --declaró--. La decisión llegará cuando tenga que llegar. Las cosas, cuando toquen. Ahora me concentro casi exclusivamente en hacer las reformas y tener los presupuestos".

Y la parte de su trabajo actual que no hace referencia ni a las nuevas medidas económicas ni a la aprobación de las cuentas públicas --para lo que el PSOE espera contar con el apoyo del PNV-- no pasa, en principio, por un lavado de cara al Gobierno que pueda traer consigo, por ejemplo, la reducción del número de ministerios. "No está en mis planes --dijo--. En estos meses nos jugamos, en función de cómo hagamos las cosas, el futuro económico y la prosperidad para un par de décadas. Cualquier elemento que pudiera alterar ese esfuerzo, en particular en el área económica, nos distraería y no me parece lo adecuado".