Además del espectáculo dado por Silvio Berlusconi sobre sus fiestas privadas, el primer ministro italiano y Zapatero dieron cuenta del contenido de la cumbre bilateral, en la que abordaron la posición europea en el próximo G-20 y las prioridades de la presidencia española de los Veintisiete.

Fuera de las discusiones quedó la política de inmigración. Zapatero y Berlusconi se limitaron a defender que es necesario una política de inmigración común en la UE en la que se entienda que las fronteras de cada país son fronteras europeas. El jefe del Ejecutivo español evitó criticar la ley italiana que define la inmigración clandestina como un delito penal y permite expulsar a las personas interceptadas en el mar.

También apostaron por que el G-20 tome medidas contra la especulación de las materias primas que, según Zapatero, estuvo en el origen de la crisis económica.