Muy al comienzo de su mandato, José Luis Rodríguez Zapatero quiso dar muestras de su talante con una frase lapidaria: "Este Gobierno no se siente incómodo en el arte de rectificar." Ayer el Ejecutivo dio una nueva prueba de ello. Aunque la vicepresidenta, Teresa Fernández de la Vega, no reconoció ningún error en los gestos y pronunciamientos del presidente respecto al conflicto en Oriente Próximo, la declaración institucional que leyó sugería todo lo contrario. Para rebajar la tensión con las autoridades hebreas, ayer el Gobierno matizó que condena por igual los bombardeos de Israel sobre el Líbano y los ataques de Hizbulá y Hamás en territorio israelí.

Puede que todo haya sido un malentendido, pero las tres veces en que Zapatero ha hablado del conflicto del Líbano ha dado la impresión de que rechazaba el belicismo israelí con más severidad que la UE. Siempre ha pedido "el cese de la hostilidades" por ambos bandos, pero primero apuntó que "Israel se equivoca, pues un cosa es la legítima defensa y otra lanzar un ataque generalizado en el Líbano"; luego exigió a Tel-Aviv "que respete los derechos humanos y la legalidad"; y por último le acusó de usar "una fuerza abusiva" contra civiles inocentes. Y el miércoles posó en Alicante con una kufiya --el pañuelo palestino-- al cuello.

EQUIDISTANCIA La actitud de Zapatero --unida a la manifestación convocada por el PSOE en Madrid, en la que se corearon consignas antisionistas-- ha incomodado tanto a las autoridades israelís que su embajador en Madrid, Víctor Harel, le culpó el jueves de deteriorar las relaciones bilaterales y menguar la influencia de España en Oriente Próximo. Sus palabras debieron hacer mella en el Gobierno, porque ayer, tras el Consejo de Ministros, Fernández de la Vega leyó una declaración muy medida en la que reaparece como por ensalmo la habitual equidistancia entre árabes e israelís.

"Para España, tanto Israel como el Líbano son dos países amigos, socios cercanos y estratégicos". Con esta declaración de principios inició la vicepresidenta su mensaje, una aclaración sobre la posición del Gobierno español. Por una parte, condena "sin paliativos de la violencia de Hamas y Hizbulá", los movimientos fundamentalistas que actúan en los territorios ocupados de Palestina y en el Líbano; por otra, exigencia a Israel de una "proporcionalidad en la respuesta, porque la población civil, o un país, no debe pagar las agresiones de los terroristas".

Para repudiar las matanzas de civiles en el Líbano, De la Vega recordó que el líder de la ONU, Kofi Annan, "ha condenado la desproporcionalidad (sic) de la respuesta bélica israelí" y "los actos terroristas de Hamás y Hizbulá".

Ante los reproches del embajador israelí, la vicepresidenta presumió de la "influencia" que le brinda a España su "privilegiada relación" con Oriente Próximo, y aseguró que el Ejecutivo "trabaja por la paz" con los dos bandos en liza. De momento, anunció dos millones de euros para ayuda humanitaria en el Líbano, y apeló a Irán y Siria, a los que Hizbulá está muy vinculada, para que fuercen a la milicia chií a liberar a los soldados israelís cuyo secuestro generó esta crisis.

Tras calificar de "anécdota" la foto de Zapatero con la kufiya, De la Vega dijo que "España tiene una postura clara" en este conflicto y la ha expresado "sin matices". Aseveración que, de ser cierta, no justificaría las explicaciones que ayer tuvo que dar.

Si la consigna de ayer era rebajar la tensión con Israel, alguien se olvidó de llamar a Rafael Simancas. El socialista madrileño, que ha acusado a los israelís de "genocidio", descartó ayer rectificar como le exigía el embajador Harel: "Va a ser que no."

CONTRIBUCION DEL PP En su afán de contribuir a la mejora de las relaciones hispano-israelís, el popular Eduardo Zaplana culpó ayer a Zapatero de provocar una "crisis diplomática" con sus "meteduras de pata", le instó a comparecer en el Congreso de los Diputados y anunció que el PP promoverá una declaración institucional que presagia otra tormenta política. Al tiempo.