El que podía haber sido el debate más difícil de la legislatura para el Gobierno se convirtió en un inofensivo intercambio de golpes en el aire entre la vicepresidenta de Economía, Elena Salgado, y la oposición, integrada esta vez solo por el PP y los grupos catalanes. El Ejecutivo se presentó en el Congreso con la aprobación inicial de los presupuestos garantizada y el cómodo colchón de contar, por vez primera en lo que va de año, con voces a su favor ajenas al PSOE, las del PNV y Coalición Canaria (CC). El líder del PP, Mariano Rajoy, consecuente con su propósito de no desgastarse en vano mientras las encuestas le sean favorables, ni siquiera se empleó a fondo en atacar el acuerdo con nacionalistas vascos y canarios.

Lo más crítico que dijo Rajoy del acuerdo del Gobierno con el PNV y CC es que está "rodeado de misterio" y de "sombras" y que exige conocer su contenido íntegro. Eso sí, a los dos grupos les afeó que se hayan prestado a aprobar unos presupuestos que "hundirán" más a España y alargarán "el otoño de la decadencia" del responsable de la crisis, José Luis Rodríguez Zapatero. Les preguntó a cambio de qué habían firmado y, en el caso de los canarios, les acusó de haber dado su apoyo aparentemente a cambio de "casi nada".

GRITOS Y JALEOS El único momento en que las bancadas socialista y conservadora se animaron a jalear y gritar como en las grandes tardes parlamentarias fue cuando Salgado rescató los acuerdos de investidura del expresidente José María Aznar en 1996 con CiU y PNV. Tildó a Rajoy de "torpe" por haber criticado los acuerdos de Zapatero cuando el PP firmó entonces unos con muchas más cesiones. Los diputados socialistas, que habían seguido con frialdad el inicio del debate, casi se levantaron de sus escaños cuando Salgado sacó a colación las palabras del expresidente del PNV Xabier Arzalluz, quien aseguró que "en tres días" había "conseguido más de Aznar que en 14 años de gobierno de Felipe González".

Respuesta de Rajoy: "Los pactos de investidura fueron públicos y transparentes, al contrario que los suyos". El griterío aumentó, entonces, cuando Salgado usó un libro del senador del PNV Iñaki Anasagasti en el que relataba cómo Rajoy había ocultado en su día un acuerdo con el PNV para que Euskaltel fuera el segundo operador móvil en el País Vasco. "Usted estuvo en la reunión donde se pactó no contarlo", le espetó.

SIN GRANDES NOVEDADES Cuando los dos contendientes entraron en la materia presupuestaria no aportaron grandes novedades. El PSOE y el PP, pero también la mayoría del resto de grupos, son conscientes de que en la actual coyuntura el margen de maniobra del Gobierno para confeccionar las cuentas del 2011 era muy escaso.

Rajoy soltó la letanía de costumbre. "¿Cómo quiere que aprobemos estos? Nos trae más paro, más deuda, más impuestos, no reduce el gasto corriente, trae más recortes sociales... Va contra todos: contra pensionistas, contra funcionarios, la clase media, desempleados, empresas pequeñas y medianas y trabajadores autónomos", lamentó.

En su respuesta, Salgado habló de unas cuentas cruciales para retomar "la senda de la recuperación y el empleo" y reprochó al líder conservador, una vez más, que no haga propuestas. "No se moja, y cuando lo hace, se ahoga", aseguró.

El mejor apoyo a sus palabras llegó desde fuera del hemiciclo. PNV y CC justificaron su apoyo al Gobierno como un medio de garantizar "la estabilidad" en un "momento difícil". Sus portavoces no subieron a la tribuna. Era el turno de los grupos que presentaban enmiendas a la totalidad, pero con sus declaraciones ponían fin a la solitaria travesía del desierto que ha protagonizado Zapatero desde que anunció el plan de ajuste.

EL GANADOR El debate no tuvo vencedor claro. Salgado mejoró respecto a su debut del año pasado, cuando Rajoy la derrotó en toda regla, pero aunque se lo preparó a fondo recurriendo a la hemeroteca y a frases afortunadas, la falta de soltura en las réplicas la sitúan aún a unos pasos de distancia de su adversario.

El verdadero ganador, José Luis Rodríguez Zapatero, ni abrió la boca. El presidente contempló con placidez cómo su principal adversario lidiaba con una segunda espada sin sentir en ningún momento la tentación de subir a la tribuna.