"Lo que no se vivió en la guerra civil se está viviendo ahora", dijo María Victoria Pinilla en noviembre de 1995, cuando se destaparon las primeras irregularidades urbanísticas en La Muela (Zaragoza). En el ayuntamiento no aparecían los más de 660.000 euros de una letra pactada con Ibersa, la sociedad que había comprado cuatro años antes una finca municipal por unos 2,3 millones.

La alcaldesa, del PAR, siempre actuó como el prototipo de una persona hecha a sí misma, que cubría sus inmensas lagunas con una actitud chulesca. Dos meses después de ser elegida regidora en junio de 1987 por el CDS, unos desconocidos mataron a garrotazos a unos 500 conejos de los más de 3.000 que tenía en su granja. Tras denunciar el hecho convocó un pleno extraordinario en el que se acordó suscribir un seguro colectivo para los bienes de los ediles. Sus negocios ya estaban seguros.

Cuando se hizo cargo de la alcaldía, Mariví tenía 30 años, tres hijos de 8 y 6 años, y un bebé de pocos meses, y la citada granja de conejos, que atendía personalmente. Su estreno en el cargo coincidió con el del primer parque de molinos de viento. El dinero empezó a llegar a espuertas y los 800 habitantes de 1987 se multiplicaron hasta los 5.000 de la semana pasada: La Muela, un pueblo con el viento a favor , reza el eslogan de un ayuntamiento que en 20 años pasó de un presupuesto de 240.000 euros a uno de 24 millones.

Tal multiplicación de molinos y vecinos dio pie a un culebrón que se empezaría a rodar en mayo con la alcaldesa de protagonista. Arrojo no le falta: contaba que se ha hecho "millonaria" con las recalificaciones urbanísticas. Aunque ella las llama "clasificaciones".