El deseo de que el nuevo curso político comience en septiembre con un Gobierno sólido y renovado fue el motivo político esgrimido ayer por José Antonio Griñán para justificar su decisión de abandonar la presidencia de la Junta de Andalucía apenas un mes después de que anunciase que no repetiría como candidato del PSOE andaluz a las próximas elecciones autonómicas. Y cree que con su sucesora, la actual consejera de Presidencia, Susana Díaz, se podrá agotar la legislatura gracias a la buena salud de la que goza el pacto de coalición con IU, lo que implícitamente significa que, con su adiós, el también presidente del PSOE intenta liberar de lastre al Gobierno andaluz por el caso de los ERE .

Griñán recalcó su convencimiento de abrir "un nuevo tiempo con nuevos pilotos" más jóvenes. Defendió también la importancia en el ADN de su partido de la lucha por la igualdad, subrayando que será precisamente una mujer socialista la primera presidenta andaluza. Y achacó a resabios machistas las críticas a la trayectoria de su sucesora, a la que describió como una persona "capacitada y legitimada" para su nueva misión. De momento, mantendrá sus cargos orgánicos en el PSOE andaluz y federal, descartando cualquier congreso extraordinario. Y aunque llegó a decir que "cerraría la puerta" en cuanto se fuera, ayer dejó en manos del partido la posibilidad de optar a un escaño como senador o mantenerse como diputado andaluz.

EL EXINTERVENTOR Esto le permitiría seguir aforado, una cuestión nada baladí dado que el anuncio de su marcha se produce un día antes de que declare ante la jueza del caso de los ERE el exinterventor general de la Junta. Una comparecencia que puede poner en la picota a Griñán, al que acusa de "cebar" el fondo de ayudas con modificaciones presupuestarias y de no actuar ante el escándalo de corrupción. Pero Griñán insiste en que no hay motivos "jurídicos" para su imputación y solo concede que el caso le hace daño en lo personal "por las mentiras que se están diciendo". No obstante, admitió que, con su marcha y con la previsible remodelación del Ejecutivo en septiembre tras la investidura de Díaz, el Gobierno quedará liberado de la presión del caso de los ERE y el PP tendrá que buscar argumentos para hacer oposición.

En Madrid, donde Griñán había almorzado el día anterior para comunicar a la cúpula del PSOE su decisión, Alfredo Pérez Rubalcaba solo tuvo buenas palabras. Sin embargo, el relevo causa inquietud en la cúpula del partido. Díaz apostó a las claras por Carme Chacón en el último congreso del PSOE y puede enarbolar la bandera de la renovación, que es lo que exigen los críticos con Rubalcaba. Además, la dirección socialista observa el relevo desde la impotencia al no haber podido pilotarlo.