La primera de las tres jornadas que destina el Parlamento catalán a debatir y votar el nuevo Estatuto se agotó ayer sin que se despejara la principal incógnita: ¿se alcanzará la mayoría necesaria (un mínimo de 90 votos) para aprobarlo en la votación de mañana? El anuncio de Artur Mas de que CiU hará una nueva oferta para pactar la financiación abrió la puerta a que la historia acabe con un al Estatuto, pero la guerra de nervios continuará, al menos hasta hoy.

Que se recuerde, es la primera vez que un proyecto de ley llega a un pleno sin conocerse de antemano el resultado final. Y todo porque el principal escollo --el sistema de financiación-- sigue sin resolverse. El anuncio lanzado de madrugada por Artur Mas en una entrevista en TV-3 de que CiU haría un último "gesto" para intentar llegar a un acuerdo con el tripartito había generado muchas expectativas. Pero el líder de CiU se limitó a anunciar desde la tribuna que su grupo presentará en próximas horas otra propuesta que, sin desnaturalizar el modelo (similar al concierto económico vasco, pero con aportación a la solidaridad), sirviera para lograr una síntesis.

PALABRAS MALDITAS Esa aproximación pasaría, al parecer, por prescindir de palabras malditas: el término concierto económico ya había desaparecido del último texto convergente; ahora se trata de sustituir la expresión cuota de retorno por otra que no recuerde el cupo vasco. Sin descartar algún retoque en el contenido del modelo de CiU.

Anoche, el nuevo papel de CiU seguía siendo un secreto. No se entregará al tripartito hasta la mañana de hoy, horas antes de que los artículos que regulan la futura financiación de la Generalitat se sometan a votación.

O aún se estaba elaborando, como dijo Mas a los periodistas, o la federación nacionalista lo retenía como parte de una estrategia para poner nervioso al tripartito, y en particular al presidente Pasqual Maragall. Como éste es el primer interesado en que se apruebe el Estatuto, calculan los nacionalistas que le entrará el pánico y presionará a su partido, el PSC, para que acepte las condiciones de CiU para votar .

Los socialistas reúnen este mediodía a su comisión ejecutiva para adoptar una decisión clave: aceptar las condiciones de Artur Mas y garantizar, por tanto, la aprobación del proyecto estatutario, o rechazarlas por inconstitucionales, confiando en que al líder nacionalista le temblarán las piernas ante la perspectiva de pasar a la historia como quien frustró un gran paso adelante en el autogobierno catalán.

Ayer, Mas dio una de cal y otra de arena. De entrada reivindicó el deseo de CiU de que el Estatuto pueda ser aprobado el viernes, pero advirtió a la izquierda de que eso no podrá ser si no se acepta lo sustancial del modelo de financiación que propone.

INDIGNACION Pero sus promesas quedaron en entredicho minutos después por una intervención de su correligionario Felip Puig. Este finalizó su intervención contra la enmienda a la totalidad que presentó el PP diciendo que "un buen Estatuto sin un concierto económico no servirá para nada", no sin antes echar en cara a ERC que haya abandonado esa reivindicación.

La izquierda o se indignó o quedó perpleja. ¿Hay una división en CiU entre halcones y palomas, o un reparto de papeles entre el policía bueno y el malo?

La agitada jornada se había iniciado con una reunión entre Maragall, Mas, Josep Lluís Carod-Rovira (ERC), Joan Saura (ICV) y Josep Piqué (PP). No se habló de financiación, pero sí se eliminaron incógnitas y se calmaron inquietudes. Mas se cobró una pieza en esa reunión: el presidente se comprometió a no convocar elecciones anticipadas hasta que no termine la tramitación del Estatuto, una posibilidad que obsesionaba al líder de CiU porque cree que eso daría ventaja a su rival. Pero Maragall se cobró otra: si el proyecto llega a Madrid pero empieza a ser desnaturalizado, la decisión de retirarlo corresponderá a la misma mayoría que eventualmente lo apruebe: el tripartito más CiU.

El PP se quedó solo a la hora de pedir la devolución íntegra del proyecto. Su moción fue rechazada por el resto de los diputados presentes: 119, todos menos uno. El portavoz popular, Francesc Vendrell, afirmó que la clase política catalana "ya ha hecho el ridículo", al margen de la suerte que corra la reforma.