Entre el tumulto, una mano empuñó una pistola. La plaza de los juzgados de Roquetas de Mar (Almería), como comunmente la conocen sus vecinos, hirvió ayer a las tres de la tarde. Lo de menos era que el termómetro rebasara con creces los 35 grados. A un lado, esposas y familiares de agentes de la Guardia Civil que declaraban ante la juez. Al otro, allegados del hombre que murió el pasado 24 de julio en el patio del cuartel tras ser golpeado. Se acercaron tanto que podían sentirse los alientos mutuamente.

Viva la Guardia Civil , Tenéis la conciencia tranquila . Eran dos de los lemas que rezaban las precarias pancartas que, con rotulador y letra irregular, habían elaborado las esposas de los agentes. No les duraron ni un minuto. La lluvia de golpes --al grito de "asesinos"-- duró apenas un minuto porque, cuando el encontronazo ya adquiría la categoría de pelea, un hombre enjuto empuñó un revólver de culata negra. Sólo horas más tarde se supo que era simulada.

Rozar la tragedia

El grito de "¡hay una pistola!" tuvo el mismo efecto que el aceite en el agua. Inmediatamente, la gente se separó, se repelió y, de repente, todos, unos y otros, adquirieron conciencia de que se rozó la tragedia. Fueron dos agentes de la Guardia Civil de paisano, adscritos al grupo de investigación, los que redujeron al hombre, de unos 65 años, que había sacado el arma para defender los intereses del instituto armado. Quedó detenido en el cuartel, ubicado a pocos metros de los juzgados, mientras una docena de Grupos Rurales de Seguridad (GRS) de la Guardia Civil, grupo antidisturbios procedente de Sevilla, acordonaban la plaza.

Agentes adscritos al cuartel de Roquetas de Mar coincidieron al afirmar que el detenido no tiene ningún vínculo con la Guardia Civil, aunque reconocieron que estaba en la protesta para apoyarles.

La escena, vivida ayer mientras declaraban ante la juez el teniente José Manuel R., de 29 años, y dos agentes por su actuación en la detención de Juan Martínez Galdeano, refleja a la perfección la crispación.

Reina el descontento, el desánimo y la ira. Tres sensaciones que no son monopolio de una sola parte en conflicto. La familia de la víctima se hace cruces de que los agentes implicados no estén detenidos desde el primer día. "Hay un evidente trato de favor porque cualquier ciudadano ya estaría en prisión provisional por estos hechos", reflexionaba ayer Amparo Montoya, de 23 años, sobrina de la víctima.

Las mujeres de los guardias civiles, tanto de los agentes que están imputados como de los que no, lamentan que no se ha respetado la presunción de inocencia. A.V., de 35 años, mujer de un agente imputado, explicaba: "A mis hijos les han negado la palabra y el mayor, de 13 años, me ha dicho que no puede aguantar". "Sólo pido respeto a la presunción de inocencia", añadió. Los propios agentes adscritos al cuartel explicaban, desde el anonimato, que deben aguantar insultos y comentarios de todo tipo.

"Si esto llega a pasar en un cuartel de Bilbao, los vecinos queman el cuartel", decía ayer Cristobal Prieto, de 69 años, que ha trabajado 26 en los astilleros bilbaínos. "Pero estamos en Andalucía --dijo--. ¿Sabes lo que significa, verdad?".