La Federación Socialista Madrileña (FSM) no tiene buena fama. La razón no es otra que haber sido un hervidero de intrigas entre las distintas familias socialistas en donde se han reproducido a pequeña escala las rencillas que el PSOE ha vivido en la esfera estatal. Pero no siempre fue así.

Hasta comienzos de los 90, la FSM fue una balsa de aceite. El guerrismo ejercía un fuerte control, como en otras federaciones territoriales, y el poder en el ayuntamiento y en la autonomía, aglutinaba a las diferente sensibilidades y aplacaba las discrepancias.

La FSM siempre ha gozado de cierto prestigio y ha sido un emblema en el PSOE. En tiempos de la transición militaban dirigentes de gran peso, Felipe González incluido, que llevaron al partido desde la clandestinidad al Gobierno. Los Solana, los Maravall... incluso los críticos de la corriente Izquierda Socialista, como Pablo Castellano.

GUERRA DE FAMILIAS

En paralelo a la crisis estatal del PSOE en los 90, el entramado de pactos internos de la FSM saltó por los aires. Se abrió la brecha entre guerristas y renovadores. Surgió el clan de Chamartín formado, entre otros, por Josep Borrell, Alfredo Pérez Rubalcaba y Jaime Lissavetzky. Pero la pugna se personificó en el presidente de la FSM, el guerrista José Acosta y Joaquín Leguina, presidente de la Comunidad. Más allá de las disputas ideológicas, la inquina personal está en primer plano. La animadversión entre Leguina y Acosta se reproduce en los niveles inferiores.

En este río revuelto, en 1994 surge un nuevo grupo: los Renovadores por la Base. Se escinden del guerrismo y se unen a los Renovadores. Es el mes de enero y los socialistas madrileños deben elegir a los delegados al 33º congreso federal del PSOE. Pero este colectivo no hace ascos a pactar con los de Acosta para impedir que Leguina tenga la mayoría de los votos para el cónclave del partido. La jugada no sale como estaba prevista y pierden.

Cuatro meses después, en el congreso de la FSM Acosta y Leguina consiguen alcanzar un acuerdo de integración que tiene un efecto carambola en las minorías. Los Renovadores por la Base entran en la dirección y dicen representar al 10% de los militantes. José Luis Balbás es el artífice de la operación.

"Son unos mercantilistas. Siempre se apuntan al que mejor paga". Así de rotundo se manifestó ayer un excolaborador de Josep Borrell. Sabe de qué habla porque Balbás entró en contacto con el equipo de Borrell --se entrevistó con Miquel Iceta, entre otros-- para ofrecer su apoyo a Fernando Morán en las primarias para elegir candidato a la alcaldía. Antes se puso a disposición de Leguina.

Con este peculiar personaje en sus filas, no es de extrañar que ayer desde el más honesto de los militantes renovadores hasta el propio Zapatero negaran cualquier relación de los Renovadores por la Base con el espectáculo de la Asamblea.