La tragedia vivida en Madrid el pasado día 11 comienza lentamente a disiparse. Para la mayoría, para los que no la han sufrido o vivido de forma directa, la vida vuelve a la rutina y las imágenes se hacen poco a poco lejanas, pero para muchos se mantendrán en el recuerdo por mucho tiempo.

Para esos cientos de personas --médicos, policías, psicólogos, forenses o simples voluntarios-- que han colaborado y ayudado a las víctimas y a sus familias, lo vivido será difícil de olvidar. Así les ocurrirá a los forenses que desde Cáceres se desplazaron a Madrid para ayudar en las autopsias e identificación de cadáveres. Ellos mismos han reconocido a EL PERIODICO que lo vivido y visto en Ifema "no es fácil de describir, ni será fácil de olvidar", ni aun estando acostumbrados a vivir situaciones dramáticas, difíciles e incluso traumáticas.

"Mientras actúas no te das cuenta de nada, es cuando paras, cuando relajas tu mente, cuando te das cuenta de la magnitud de la tragedia que te rodea", afirma José Luis Durán, uno de los médicos forenses del Instituto de Medicina Legal de Cáceres que el día de los atentados se desplazó a Madrid para colaborar en la identificación de las numerosas víctimas mortales.

Ha pasado una semana de los brutales atentados en los que murieron más de 200 personas, pero José Luis reconoce que aún "afecta a la mente cuanto vimos y vivimos en los pabellones de Ifema, pues realmente era espeluznante".

Su compañera Angélica Muriel lo ratifica. Asegura que, aunque no dudaría nunca en volver a hacer lo que hizo, en acudir a una llamada como la recibida el jueves, "esto es algo que te marca para siempre. Yo personalmente nunca podré olvidar el estado de los cadáveres que vimos allí".

Respuesta inmediata

El 11-M comenzaba a despertar cuando se conoció la dramática noticia. Por minutos, la cifra de víctimas de los brutales atentados terroristas se disparaba y los médicos forenses agrupados en el Instituto de Medicina Legal de Cáceres no dudaron en ofrecerse para colaborar. Sabían, por experiencia, que el trabajo iba a desbordar y, de inmediato, se pusieron en contacto con los compañeros de Madrid para ponerse a su disposición y desplazar, en caso necesario, un equipo "para colaborar en las tareas que sabíamos difíciles ante la magnitud de los hechos", señaló José María Montero, director del instituto.

Aunque en Madrid, en principio, no se consideró necesario el desplazamiento, sobre las cuatro de la tarde requirieron su ayuda. "El trabajo era ingente y necesitaban forenses, ya que estaban desbordados". Había que evitar el cansancio que en los profesionales comenzaba a apreciarse y favorecer que la identificación de cuerpos se hiciera en el menor tiempo posible.

Desde Cáceres partieron de inmediato hacia Madrid los forenses José María Montero, José Luis Durán y Angélica Muriel, acompañados por el auxiliar de autopsias Manuel Cedillo.

Hacia las ocho y media de la tarde llegaron al recinto ferial, donde a primeras horas de la mañana se habían desplazado ya los 83 forenses y 15 auxiliares con que cuenta la Comunidad de Madrid, y se había trasladado todo el material médico y logístico necesario, como camillas y equipos quirúrgicos y fotográficos. Allí trabajaron sin descanso hasta pasadas las dos y media de la madrugada.

No aciertan a dar un número exacto de los médicos y policías judiciales que actuaban a la vez, "pues el pabellón era un continuo ir y venir de batas verdes". Tampoco saben a ciencia cierta cuántas autopsias pudieron realizar, "lo único importante era hacer bien el trabajo de identificación de cuerpos y hacerlo lo antes posible por las cientos de familias que esperaban angustiadas alguna respuesta".

También les resulta difícil describir lo vivido, pero coinciden en señalar que lo más duro e impresionante fue el conjunto. "Como forenses estamos acostumbrados a ver la destrucción de cadáveres, pero de forma individual, no con la dimensión vivida en Madrid. Sin duda lo más impresionante fue el conjunto, el ver tantos cuerpos a la espera de examen e identificación, esto es algo que resultará muy difícil de olvidar y de superar".

Tras más de seis horas de dura labor, cuando ya no se les necesitaba, no dudaron en volver a Cáceres. Eran casi las tres de la madrugada, habían trabajado desde las ocho de la tarde, pero prefirieron hacer el viaje de vuelta, sin esperar a tener luz del día. Era como si quisieran dejar atrás el horror, una experiencia "muy dura tanto a nivel profesional como personal", insiste Angélica Muriel.