Tras varias horas de tira y afloja, el PSC logró ayer, al filo de la medianoche, que su primer secretario, José Montilla, entrase en la nueva ejecutiva del PSOE. El acuerdo llegó tarde, pero a tiempo para desactivar la amenaza que había llegado a formular el portavoz de la delegación catalana, Miquel Iceta, ante José Luis Rodríguez Zapatero: o entraba Montilla, o el PSC se replantearía su actual "fórmula de relación" con el PSOE. Al final, triunfó la propuesta apoyada por dos de los barones con más peso en el PSOE, Manuel Chaves y Juan Carlos Rodríguez Ibarra: que el actual ministro de Industria comparta con ellos un puesto en la cúpula del PSOE. Serán los únicos barones en ese sanedrín si hoy se confirman oficialmente estos nombres.

La propuesta de Ibarra y Chaves agradó a Zapatero, que llevaba toda la tarde recibiendo en su despacho a los portavoces de las 17 delegaciones. Además de incluir a Montilla, la iniciativa de los líderes extremeño y andaluz incluía una salida para el secretario general del PSOE vasco. Patxi López será el coordinador del consejo territorial, un órgano que ha salido reforzado del 36º congreso federal del PSOE.

CONSEJO REFORZADO Merced a una reforma de los estatutos, este órgano se reunirá en adelante cada dos meses, incluirá a todos los secretarios autonómicos, a los presidentes de las comunidades socialistas, al presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, Francisco Vázquez, y al portavoz socialista en el Senado, Joan Lerma. Será "el Senado del PSOE", en definición de Blanco, y definirá la política del partido en materia autonómica.

Para el PSC, fue decisivo que Iceta dejara entrever ante Zapatero la disposición del socialismo catalán de autoexcluirse de la ejecutiva del PSOE si Montilla no era uno de sus representantes. También que Chaves encabezara el apoyo a la presencia de Montilla. Ibarra, por contra, cambió radicalmente de postura en apenas 12 horas: por la mañana se ofreció a quedar fuera de la ejecutiva para facilitar a Zapatero la exclusión de Montilla, pero por la noche anunció que entraría porque, dijo, había convencido al líder del PSOE para que incorporara a Montilla.

La pugna por la presencia de Montilla en la ejecutiva federal centró el debate y la atención durante toda la jornada. Los dirigentes más próximos a Zapatero sostuvieron durante todo el día que el criterio del secretario general del PSOE era no contar con ningún barón en su nueva ejecutiva. Por eso la fórmula que el secretario de organización del PSOE, José Blanco, barajaba por la mañana era que Ibarra no entrara en el sanedrín para excluir también a Montilla.

Sin embargo, para el PSC ésa nunca fue una cuestión vital. Ellos ya querían a su primer secretario en la cúpula antes de saber que Ibarra formaría parte de ella. Pese a todo, siempre reconocieron que la presencia de Ibarra y la ausencia de Montilla era muy difícil de explicar al electorado catalán. De nada sirvieron los argumentos del entorno de Zapatero, que insistían en que Ibarra no entraría en calidad de dirigente territorial, sino como peso pesado histórico del PSOE.

RECLAMACION AL PRESIDENTE La delegación del PSC había iniciado la jornada con un cierto optimismo. Los socialistas catalanes, molestos con el interés del PSOE en llegar a acuerdos anuales de colaboración en el Congreso de los Diputados con los grupos de ERC y de IU-ICV, le habían reclamado al presidente del Gobierno una atención preferente. Zapatero se deshizo en elogios hacia Pasqual Maragall y Montilla, expresó su voluntad de contribuir a que el PSC llegue a tener 30 diputados en el Congreso (ahora tiene 21) e hizo un contundente reconocimiento de la especificidad del Partit dels Socialistes de Catalunya en el socialismo español.

Muy pronto, los rostros de los catalanes empezaron a cambiar. Tan pronto como se conoció la intención de Ibarra de retirar su candidatura y la opinión de Blanco de que no habría barones territoriales en la nueva ejecutiva. En torno al mediodía, todo cambiaba. Fuentes de diversas delegaciones informaban, unas satisfechas y otras profundamente irritadas, que Montilla e Ibarra estarían en la ejecutiva, pero que Zapatero no aceptaba a ningún otro barón territorial. A todo ello, el secretario general del PSOE no se había acercado aún al Palacio de Congresos y era Blanco quien se encargaba de negociar con las delegaciones, excepto con la del PSC. Eso sí, Montilla mantuvo una breve charla matinal con Zapatero.

Al mediodía, Maragall llegó al congreso. Tras reunirse con Montilla, el presidente catalán compareció ante los medios pero evitó referirse a la crisis. Los delegados catalanes se sentían anoche los grandes triunfadores.