Estamos en campaña, por si no lo sabían. Empezó ayer, justo después de que Josep Lluís Carod-Rovira, con "todo el dolor del alma", dijera no en el Congreso al nuevo Estatuto catalán. Y se prolongará hasta el 18 de junio, cuando el presidente catalán, Pasqual Maragall, quiere celebrar el referendo para ratificar el texto. Al frente del , mermado por el desmarque de Esquerra, le invade ya una honda inquietud: que los catalanes no vayan a votar, o incluso peor, que las fuerzas del no ganen terreno. Los partidos confesaban ayer que fían el éxito del referendo a una buena dosis de zaplanismo . Sólo el martilleo de augurios catastróficos del PP --admiten-- puede provocar tal sarpullido de rechazo en los catalanes que decidan aplaudir la reforma catalana.

El nuevo Estatut salió ayer del túnel de lavado constitucional que, según el PSOE, precisaba para pisar la calle. Tras seis días de debate en el Congreso, ha quedado un texto aparente para la mayoría, sobrado según el PP y avaro en opinión de Esquerra. Pasaban 10 minutos de las tres de la tarde cuando un aplauso desangelado, al que no se unieron ni populares ni republicanos, cerraba la votación (50 síes y 27 noes ).

El paisaje hasta el día del referendo es más árido. Ayer se atisbaron algunos contornos: Carod y Mas a la greña y Maragall, riñendo a Esquerra. Para socialistas, convergentes e Iniciativa, la tarea se presenta ahora compleja. Incluso aunque ERC evite al final pedir el no en el referendo y opte por la abstención, el voto nulo, la libertad de voto o cualquier otra modalidad.

Hasta tal punto existe preocupación por el resultado del referendo que CiU ya ha hecho llegar la voz de alarma a colaboradores del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. En ese mensaje se incluye la advertencia de que las crisis del Gobierno catalán y la postura de ERC crean unas "condiciones" que hacen "inviable" un éxito del referendo, en el que Zapatero y Mas, artífices del acuerdo que sustenta el Estatut, se juegan mucho.

La única estrategia que parecen compartir los partidos del es algo burda: algo así como encargar la campaña al PP. Esperar a que sus andanadas actúen como resorte movilizador.

A modo de aperitivo de lo que se avecina, Carod pronunció ayer lo que bien podría ser su primer mitin de la campaña. Admitió que le gusta el 85% del Estatut (no el 15% restante), avisó de que, si ahora no se reconoce a Cataluña como nación, los catalanes acabarán exigiendo un Estado... pero, sobre todo, envió dos mandobles. Uno, a Artur Mas, a quien emplazó a ahorrarse tanta "arrogancia".