Después de casi cuatro meses sin víctimas de ETA, los ánimos se sublevaron ayer ante la visión del sufrimiento de los familiares de las víctimas. Los funerales por Bonifacio Martín y Julián Embid se celebraron ayer en la Catedral de Pamplona en un ambiente de gran tensión, que se reflejó en abucheos a los líderes del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, y de IU, Gaspar Llamazares, y en insultos al PNV.

Miles de personas abarrotaron el templo pamplonés, mientras unos centenares quedaron a las puertas. Las muestras de apoyo a los familiares de las víctimas, a la Policía Nacional, y a los miembros de los gobiernos navarro y español, se trastocaron en gritos de "rojos", "traidores" y "tramposos" cuando aparecieron los dos dirigentes de izquierdas.

Tras más de 75 minutos de ceremonia y bajo un sol implacable, quienes asistieron al funeral y los de fuera se unieron para ver el desfile de autoridades. La espera y el calor provocaron más de una lipotimia. Abrió camino el presidente del Gobierno, José María Aznar, junto al Ejecutivo navarro, que fueron recibidos con aplausos y gritos de "viva España" y "viva la Policía Nacional".

FRENTE A LAS FAMILIAS

Formaron una fila en el exterior del templo y, justo enfrente, se colocaron los familiares de los fallecidos, muy afectados y acogidos con una impresionante ovación. Rindieron homenaje a los agentes representantes de cuatro cuerpos: Policía Nacional, Guardia Civil, Policía Municipal de Pamplona y Policía Foral.

La aparición de los dos féretros, cubiertos con la bandera española, provocó un estallido de gritos en contra de ETA y vivas a España. Tras sonar el himno nacional concluyó el acto, momento en el que el público y los políticos que estaban dentro de la catedral empezaron a desfilar por el atrio. Cuando les tocó el turno a José Luis Rodríguez Zapatero y Gaspar Llamazares, los presentes dieron rienda suelta a los abucheos. Ambos dirigentes se apresuraron hacia sus coches, pero les costó por la estrechez de las calles y el gentío.

Un pequeño grupo se quedó aún un rato más, con la intención de encontrar a algún dirigente del PNV para dedicarle sus peores insultos, pero fue en vano. En representación del Gobierno vasco estaba Miren Azkarate, consejera de Cultura, que pasó desapercibida.