Tan histórico como el simple hecho de haber tenido que repetir unas elecciones ante el fracaso de los partidos puede ser el resultado del 26-J. Tras haber elegido como aliado preferente a Ciudadanos para intentar gobernar, el PSOE camina sin remisión hacia la pérdida de la hegemonía de la izquierda política a manos de Unidos Podemos. El vuelco que consignó el CIS se consolida ahora en la encuesta preelectoral del Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (GESOP) para Grupo Zeta, que otorga la medalla de plata a la coalición de Pablo Iglesias.

El triunfo volverá a ser para Mariano Rajoy, pero, sin embargo, podemistas y socialistas (si esta vez ambos quieren) tendrán relativamente sencillo formar gobierno, pues juntos acarician la mayoría absoluta. El bloque de la derecha, PP y Ciudadanos, perdería fuelle y tendría algo más complicado el rompecabezas de las alianzas en un Congreso de los Diputados tan fragmentado como el de esta legislatura interrupta.

La unión de Podemos e IU reportaría a la izquierda alternativa una quincena de escaños más que en los comicios del 20-D y propiciaría que el bloque progresista se aupase, en la horquilla más alta, hasta los 172 diputados, a solo cuatro de la mayoría absoluta. Unidos Podemos obtendría el 24,5% de los votos (medio punto más que en diciembre) y entre 84 y 88 parlamentarios. Hace seis meses, la suma de las marcas de Pablo Iglesias y Alberto Garzón fue de 71 representantes. La coalición, que Podemos despreció cara al 20-D, se demostraría fecunda: uno de cada 10 votantes del PSOE elegirían ahora la papeleta de Unidos Podemos, que también atraería al 8% de los votantes de ERC, apuntalando con ello la nueva victoria de En Comú Podem en Cataluña.

Y además de desplazar a los socialistas hasta la tercera plaza en escaños, podría también arrebatarle al PP la condición de primera fuerza en intención directa de voto, el voto sin cocina. Los populares solo tienen una décima más que los podemistas.

El trabajo de campo se efectuó a través de 1.816 entrevistas en los días previos al inicio de la campaña, del 3 al 7 de junio. Justo después de que el juez procesase a los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán por el caso de los ERE y en las mismas fechas del agrio cara a cara entre Iglesias y Albert Rivera en La Sexta.

En este contexto, Pedro Sánchez lograría el 21,2% de los sufragios (medio punto menos que el 20-D) y de 80 a 84 escaños, cuando en diciembre consiguió 90. El PSOE registra la fidelidad

de voto más baja: el 62,5% de sus votantes volverían a confiar en él, pero perdería al 24,4%, que se repartiría a partes iguales entre Unidos Podemos y Ciudadanos. Y el otro 13% de su electorado está indeciso. El descalabro no sería mayor porque la alianza entre Podemos e IU le permitiría atrapar al 8% de los votantes de IU y al 5% de los de Podemos, que huirían de la nueva coalición entre ambas fuerzas.

DESGASTE EN LA DERECHA Si la batalla por el espacio "socialdemócrata" la ganaría con claridad Unidos Podemos, en el ala derecha del hemiciclo seguiría Ciudadanos comiéndole terreno al PP, aunque sin grandes alharacas. Rajoy repetiría victoria pero esta sería un poco más pírrica: el 27,9% de los votos (medio punto menos que el 20-D) y entre 113 y 117 escaños (ahora tiene 123). Por su parte, Rivera subiría casi dos puntos (del 13,8% al 15,5% de los sufragios) y podría sumar hasta cuatro diputados a los 40 que recabó hace seis meses.

Un crecimiento limitado como consecuencia de su acuerdo con el PSOE, como demuestra el hecho de que uno de cada 10 electores que apostaron por Ciudadanos en las elecciones del 20 de diciembre aseguren ahora que apoyarán al PP, y que dos de cada 10 duden de si volver a confiar en Rivera.

La suma de populares y naranjas, en la horquilla más alta, sería de 161 parlamentarios, dos menos que en la actualidad. Para poder formar gobierno, el presidente en funciones necesitaría de nuevo la ayuda del PSOE, vía gran coalición o abstención socialista, opciones ambas que Pedro Sánchez ha descartado de plano en los últimos meses y de las que sigue abominando en esta campaña electoral.

ENCRUCIJADA DE VERTIGO Pero el vuelco en la izquierda situaría al Partido Socialista ante una encrucijada de vértigo: facilitar la investidura como nuevo presidente del Gobierno a Mariano Rajoy (o de otro candidato propuesto por el Partido popular si Albert Rivera se mantiene firme en su veto al líder popular) o allanarle el camino a Pablo Iglesias, la bestia negra de los barones socialistas.

Todo ello en paralelo a la más que previsible tempestad interna que se desataría en el propio partido socialista tras caer por primera vez en toda la historia a la tercera posición en unas elecciones.