Ha llegado finalmente el momento de F-1. Ese es el nombre en clave del paquistaní que actúa como testigo protegido y sobre cuyo testimonio se cimenta casi exclusivamente la causa contra 10 paquistanís y un indio acusados de conspirar para cometer en enero del 2008 un atentado en la red de metro de Barcelona. Aunque debía declarar hoy en el juicio que se celebra por este caso en la sala blindada de la Audiencia Nacional, la baja por enfermedad de un miembro del tribunal abre la posibilidad de que comparezca mañana.

Fuentes del caso avanzaron que F-1 sí se personará ante el juez. De lo que haga depende la suerte de los 11 detenidos. Si, en contra de lo previsto, el testigo F-1 no comparece, la causa se derrumbará. Si comparece pero se retracta de lo declarado, la causa igualmente caerá por falta de evidencias contra las acusados. Incluso si comparece y se reafirma en sus acusaciones, el juez Javier Gómez Bermúdez deberá decidir si solo su testimonio basta para enviar a prisión a los acusados. Varios de ellos, en sus confesiones a la Guardia Civil, no solo se declararon inocentes, sino que acusaron a F-1 de haberse inventado esa alerta terrorista y expresaron su sospecha de que había sido él quien había puesto en una mochila los cuatro temporizadores, los 18 gramos de explosivos y la bolsa con bolas de acero, las únicas pruebas materiales del caso que les incriminan.

A la espera de lo que declare hoy, la principal grieta de las confesiones hechas por F-1 ante la Guardia Civil es que nunca aparecieron los explosivos que el líder de la célula le dijo que estaban listos.