Uno de los efectos de las campañas electorales es que las filas se cierran más prietas que nunca. A Esperanza Aguirre y a Alberto Ruiz-Gallardón no se les ha vuelto a oír una palabra más alta que otra desde la famosa biografía en la que la presidenta madrileña llamó "empollón" al alcalde y le acusó de falso progre. La polémica que Mariano Rajoy zanjó con su "joder, qué tropa" estará enterrada, al menos, hasta que pase el 27 de mayo, fecha de las municipales y autonómicas.

Ayer se llevaba la fusión y lo moderno. Y los dos candidatos se lo tomaron al pie de la letra. Si el acto lo abrió el grupo musical Gospel Factory, que fue capaz de pasar de la oración negra al chotis de Madrid, Madrid, antes de que La Negra deleitara con su flamenquito-fusión, los dos pesos pesados del PP hasta se dedicaron elogios. El alcalde recordó que su victoria en 1995 como presidente de la Comunidad fue el "auténtico preludio" de la victoria de José María Aznar un año después. Y que ella fue su "sucesora" cuando él dejó la Comunidad.

Aguirre encabezó más de una frase con un "si en algo coincidimos Alberto y yo" dejando claro que los puntos en común son tan pocos que bien valen una mención expresa. Si cuando Gallardón hace un discurso los comentarios del respetable destacan "qué inteligente es", a la presidenta la celebran con comentarios tipo "esta sí que es lista, y simpática". Ella fue capaz de acompañar la fusión del gospel con el chotis aplaudiendo al ritmo de la música como una más. El también, pero ponía cara de acordarse de su tío-abuelo Isaac Albéniz y de echar de menos géneros más ortodoxos.

Unos cuantos jóvenes de Nuevas Generaciones les observaban desde lo alto en una especie de cubículos. Según la organización, llevaban arneses. Para no caer mientras aplaudían con entusiasmo el hermanamiento.