«El modelo de matadero debe basarse sobre dos pilares fundamentales: la descentralización y el carácter de servicio público. La concentración de mataderos traerá consigo la desaparición de las explotaciones», advirtió el diputado José Antonio Urrutikoetxea, de Sozialista Abertzaleak, desde la tribuna del Parlamento Vasco. Y aquella disertación sobre los retos de la industria cárnica fue su última intervención en un pleno de la cámara de Vitoria.

Era una anodina mañana de debate agrario, el 21 de junio de 2002. Cinco meses y varias requisitorias del Tribunal Supremo después, Urrutikoetxea, más conocido por el nombre de guerra Josu Ternera, se esfumó un día no aclarado del otoño de 2002.

Le buscaban como quien dio la orden para una matanza, herida abierta para las Fuerzas de Seguridad: la voladura de la casa cuartel de Zaragoza, el 11 de diciembre de 1987.

Si para los agentes antiterroristas de la Guardia Civil es prioritario cazar a quien ha matado a un compañero, más aún lo es si el asesino se ha cobrado la vida de niños hijos del Cuerpo. A seis, de entre 3 y 17 años -además de a cinco adultos- quitó la vida el coche con 250 kilos de amonal lanzado en Zaragoza por los hermanos Parot, Henri y Jean, del comando Argala, talde de mercenarios franceses preservado del contacto con el resto de la banda por decisión estratégica del jefe político de la banda, Ternera.

Por eso ayer se descarga el tono del jubilado del Servicio de Información de la guardia civil C.M., que, en vez de nombre y apellidos, prefiere publicar el indicativo: Rojo 8. Él y otros rojos de la comandancia de Intxaurrondo (San Sebastián) participaron en batidas en los 80 en la frontera con Francia, cada vez que recibían aviso de que Josu Ternera -para ellos, en clave, La Chota- iba a pasar a España.

«Una temporada, después del atentado de Zaragoza, tuvimos la sensación histérica de que entraba como quería por Pasajes (Guipúzcoa) y Orbaizeta (Navarra), de que se escondía en el bosque de Irati -relata-. Nos cabreaba que el CESID (hoy CNI) y los franceses le colocaran rabos (vigilancia) tan cerca, como si quisieran que les viera».

Diecisiete años después de la última fuga de Josu Ternera, Rojo 8 suspira con la noticia de su detención: «No hubo jefes de ETA, sino el jefe y luego los otros; ni Pakito, ni Txelis, ni Thierry tuvieron su influencia; incluso no estando ya en activo. Él era el gran jefe, él al principio y él al final, con un amigo del hijo (Egoitz) y la nuera, leyendo el comunicado».

Se refiere al anuncio de la disolución de ETA, escenificado por tres encapuchados y leído por la voz de Urrutikoetxea el 3 de mayo de 2018: «ETA ha desmantelado totalmente el conjunto de sus estructuras».

Histórico

Los hijos y sobrinos de condenados por colaboración con banda armada que mantienen hoy los «Gora ETA» en algunas paredes de Euskadi no pueden conocer, por añejo, todo el contexto en el que Urrutikoetxea se hizo terrorista. Para eso hay que ser un histórico.

Nacido en Miraballes (1950), es un militante de ETA armado en la leva que hizo José María Eskubi en 1968, tras la muerte de Txabier Etxebarrieta -el primer etarra que disparó a matar-, y se inició compartiendo sabotajes con José Miguel Beñarán, Argala, que llegaría a burukide, o líder, como él.

Por entonces, ETA enviaba a esposas de guardias civiles y policías destinados en el País Vasco un anónimo en estos términos: «Días peligrosos han llegado para ustedes. Todas las fuerzas patrióticas del País Vasco están en pie de guerra; por eso no sería de extrañar que cualquier día que su marido se aventure a salir por el monte aparezca con la cabeza separada del tronco o con el cuerpo agujereado a balazos. Por eso le prevengo de que convenza a su marido que abandone sus actividades contrarias al pueblo vasco, ahora que está a tiempo. Todos los que hayan desarrollado actividades contra los sagrados derechos del pueblo vasco no serán fusilados, sino que serán degollados y su cuerpo será destinado a los perros».

En 1971, bajo las órdenes de Eustakio Mendizabal, Txikia, Ternera participó en un robo de tres toneladas de dinamita que proporcionó material para matar a Carrero Blanco. Veinte meses después del atentado, ya era el jefe militar de ETA en Guipúzcoa y, en 1977, jefe político de la banda.

Tuvo 12 años de mando, en los sangrientos ochenta, una etapa en la que los asesinatos se contaban cada dos o tres días. Hasta que, en enero de 1989, lo detuvo la policía francesa.

El país vecino lo extraditó a España en 1995, pero salió de prisión en 2000 considerando el Supremo que, por los hechos que hasta entonces se le podían atribuir, ya había sido juzgado por la justicia gala.

Diputado vasco

La ilegalizada Euskal Herritarrok le llevó en sus filas, obtuvo un escaño en el Parlamento vasco y, para escándalo de las víctimas del terrorismo, fue miembro de la Comisión de Derechos Humanos de la cámara.

Desde que el Gobierno de Felipe González intentó conversaciones con ETA (proceso de Argel, 1989), Josu Ternera ha comunicado a sucesivos ejecutivos la posición de la organización terrorista, y ha estado detrás o delante de las sucesivas negociaciones.

Tanto, que creció en torno suyo una leyenda de protegido, blindado por interés estratégico. «Pero ha caído al final. Lástima que no esté vivo Rubalcaba para verlo», comenta Rojo 8.