Cada día trae su afán y el de hoy para el secretario general del PP es acertar con el paso, la palabra y los nombres de quienes le han de acompañar en la procelosa aventura para convertir a su partido en una máquina creíble de oposición al Gobierno --ahora sólo es un coro que dice no a todo. Siendo ésa la tarea principal, no es menor el otro gran desafío que tiene planteado: convertirse, de verdad, no sólo en el presidente del PP sino en el verdadero jefe de la derecha democrática española. Conociendo su estilo, más proclive a utilizar el florete que el sable, no es previsible ningún descabezamiento, aunque no hay que descartar algún que otro pinchazo. Habrá sitio para Ruiz Gallardón como vocal en el futuro sanedrín del partido y Angel Acebes será el secretario general. Michavila, Pastor, Loyola de Palacio, Pisonero, Elorriaga, son otros de los nombres que suenan para tener despachos en la calle Génova.

Rajoy tiene varios frentes abiertos. El principal, el incendio con amenaza cierta de escisión en Galicia. Tiene también una situación complicada en la Comunidad Valenciana y en Guadalajara y en Mérida también tiene a gente con el hacha en la mano, pero, a mi modo de ver, por donde le puede entrar el agua es por el lado de esa operación para aupar al expresidente Aznar a la peana de una presidencia de honor que ni estaba en el organigrama del partido ni el aludido --según dijo en su despedida-- quería. Los españoles sancionaron con su voto la insensata decisión de meter a España en la guerra de Irak y el Aznar que hemos escuchado estos últimos días demuestra que no sólo no ha escuchado la voz de la calle sino que tiene una visión de la Historia de España que se aviene mal con la que debería marcar el liderazgo de una derecha moderada y centrada.