Esta semana hemos empezado a comprobar en qué se basa el cambio que propone Vox para Andalucía no es más que retroceso y provocación a partes iguales. Alguno colegas andaluces me cuentan, que las caras visibles del partido andan en estado de levitación permanente desde la noche electoral, nos miran desde arriba definitivamente, pero al parecer, está relacionado con este fenómeno sobrenatural y no con una supremacía inherente a la formación. No lo acabo de tener claro. En Vox presumen de casi todo lo que hacen, mientras el resto nos avergonzamos de casi todo lo que dicen, porque hacer, afortunadamente, no han hecho nada todavía. Después de presumir hasta la saciedad de sus 400.000 votantes, ahora presumen de cumplir su programa, ese que no se leyeron gran parte de sus votantes. En cualquier caso es de fácil cumplimiento, se sostiene a base de eslogan provocador, basta con seguir provocando para dar por cumplidas las promesas electorales.

Han decidido que la medida más urgente para Andalucía, tiene que ver con la violencia de género, pero en el sentir inverso de la mayoría social: para nosotros el gran problema son las víctimas, para Vox las ayudas que reciben las víctimas. Es así, qué se le va a hacer. Pero detrás de esta provocación semanal, el vacío más absoluto. Ni hay, ni habrá proposición de ley alternativa, y si la hubiere no contaría con el consenso político imprescindible.

Ahí está su debilidad, en la falta de contenido político para tanto continente verbal: amenazan, provocan en cada una de sus intervenciones y poco más. Si inciden en que «muchas mujeres» interponen denuncias falsas y se les rebate con datos de la fiscalía, que indican que solo el 0,01% son falsas, argumentan que esos datos no son fiables.

Ellos se sienten más cómodos con la vaguedad argumental: muchas o pocas. El peso de los datos suele ser alimento indigesto para los que mienten. Tampoco tienen intención alguna de explicar cómo y sobre todo quién determinaría cuáles son los «organismos radicales feministas subvencionados» que hay que suprimir. ¿Quizás piensan en el juez Francisco de Asís Serrano como agente medidor de la radicalización feminista? Él, que tanto equilibrio y sensatez ha repartido en alguna de sus sentencias y en muchas de sus disertaciones. Nuevamente el vacío programático, nuevamente el ruido mediático.

La cuestión es que el ruido constante molesta y es perjudicial para nuestra salud auditiva. El resto de partidos están obligados a silenciarlo, pero no subiendo su volumen, basta con hablar claro para que les entendamos: si la condición para que haya un nuevo gobierno es la derogación de la ley de violencia de género, Vox debe quedarse solo y además señalado por el resto. Que el no sea, esta vez sí atronador. No nos vamos a conformar con menos, aunque estemos en tiempo de rebajas. No es un capricho, ni podemos ni queremos soportar que nos sigan matando. Dejadlos que leviten, así podremos reconocerlos.