Antes de votar un rotundo no al Estatuto de Cataluña, el líder del PP, Mariano Rajoy, repasó la historia de un proyecto que nunca ha considerado necesario, inteligible ni constitucional. A los políticos catalanes los ridiculizó por alumbrarlo, y a José Luis Rodríguez Zapatero, por apadrinarlo. La aprobación del Estatuto, vaticinó, supondrá "el principio del fin del Estado" diseñado en 1978. Ese será el efecto devastador del "primer Estatuto del disenso y la división" entre los dos grandes partidos.

También le molestó que el presidente no tuviera la "vergüenza torera" de subir a la tribuna a defender la postura del Gobierno. Tras definir las vicisitudes de la negociación como un "triste rosario de artimañas e intrigas", el presidente del Partido Popular culpó a Zapatero de dejar "una bomba de relojería que puede explotar mañana". El PP cree que la paternidad compartida de la Carta catalana ha dado lugar a un texto hecho "a retazos" que provocará un "semillero de conflictos". L. S.