Mariano Rajoy parece destinado a ser, como mínimo, coprotagonista destacado de la denominada fiesta nacional. A veces muy a su pesar, como el año pasado, cuando se le escapó, ante un micrófono indiscreto, que le parecía "un coñazo" tener que asistir al día siguiente al desfile. O a sabiendas, cuando en el 2007, en plena crispación preelectoral, lanzó sus huestes a una pitada salvaje contra José Luis Rodríguez Zapatero. Al margen del abucheo, Rajoy era ayer el centro de todas las miradas inmerso como está en el huracán Gürtel.

Entre canapé y canapé, durante la recepción del Palacio Real ni mencionó la cuestión por más que se le inquirió, pero con su habitual ironía supo unir el espíritu militar de la jornada con su actitud ante la corrupción al contar cómo cumplió el servicio militar obligatorio en Valencia. Allí se adjudicaba el destino en función de los estudios y a él, como registrador de la propiedad, le destinaron al servicio de limpieza. "Me pasé la mili limpiando escaleras en Valencia", resumió. Nada se dice en balde en palacio.

El Monarca reinó

El Rey, molesto con el protagonismo que en años anteriores habían tomado las declaraciones de los políticos, ha restringido cada vez más la presencia de periodistas hasta lograr ser por completo el centro de la noticia. No solo porque pudo darse el gustazo de anunciar que él también verá en la Casa Blanca al planetario y flamante premio Nobel Barack Obama, sino porque la concurrencia se entretuvo más en las anécdotas de palacio que en el devenir del país.

La pregunta que con más insistencia oyó el Rey es si se había "afeitado la barba" después de escuchar a Hugo Chávez compararlo con Fidel Castro. Tras desvincular ambos hechos, el príncipe Felipe dijo que él había sometido a votación entre su esposa y sus dos hijas la idea de rasurar la suya, y que finalmente que había perdido.

Los más rebuscados apuntaron que algo debe ocurrir entre Letizia y sus cuñadas, las infantas Elena y Cristina, porque, supuestamente, no se hablaron durante el refrigerio.

Zapatero se ajustó a rajatabla a los designios reales y, aunque no pudo esconder la ilusión con que afronta su primer paseo por las estancias de la Casa Blanca tras cinco años en la lista de espera, se negó a efectuar cualquier declaración sobre cuestiones menos, digamos, planetarias. Se le vio, eso sí, muy afable al conversar con el presidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferran. Antes había destacado la importancia del "ahorro" --en referencia a la austeridad del 12-O-- como "antesala de la inversión".

Faltó a la austera celebración el presidente valenciano, Francisco Camps ("¿se habrá quedado sin trajes para la ocasión?", preguntó alguien), y otros presidente autonómicos del PP. No están los tiempos para exponerse a preguntas incómodas.

Huidiza presencia

La ministra de Defensa, Carme Chacón, fue tan requerida por los invitados para la charla improvisada como el propio presidente del Ejecutivo. La asistencia más fugaz fue la que protagonizó María Emilia Casas, la presidenta del Tribunal Constitucional. Y es que cualquiera se para a dar explicaciones sobre la marcha de la sentencia del Estatut de Cataluña.