La detención de Garikoitz Aspiazu, Txeroki nos pone ante escenarios nuevos y repetidos al mismo tiempo. Es nuevo el contexto socio-político que rodea a ETA en torno a su propio ombligo, que no el rechazo abrumador de la sociedad vasca y el nacionalismo en particular a su violencia. Nuevo porque la inercia ha sustituido a la estrategia y la nada intelectual campa donde antes se acuñaban profundos análisis intelectuales sobre el proyecto nacional. Hoy no hay análisis de nadie capaz de articular una iniciativa civil y política siquiera en la radicalidad. La mayoría de los capacitados para hacerlo están encarcelados o amortizados por su propio mundo, y esa no es necesariamente buena noticia. Más allá de la satisfacción policial o la que podamos compartir por la eventual menor capacidad terrorista que afecte puntualmente a ETA.

No es buena noticia que hoy no haya alternativa política estructurada al discurso de ETA como no lo fue el hecho de que la propia organización armada lobotomizara la que existía en Batasuna. En estado vegetativo quedó al final de la última tregua y el deterioro desde entonces no ha sido frenado por nadie dentro ni fuera por una curiosa coincidencia de intereses. En las estructuras del Estado, porque el despecho de sentirse engañado en el último proceso de paz ha alimentado el acoso judicial a quienes a estas alturas tampoco tenían mucho más que ofrecer en la interlocución que el torpe silencio con el que reciben las muertes en los atentados. En lo que quedaba tras el encarcelamiento del embrión de nueva mesa nacional, porque el estupor de la situación, presionados judicialmente y sermoneados en los Zutabe de ETA, no ha sido digerido. Y en la propia ETA, porque la reestructuración interna y reorientación estratégica acometidas por Aspiazu y por el también detenido López Peña, Thierry, convirtió su ombligo en su único universo, donde no se sabe si alguien pilota ya la nave en alguna dirección.

Y, desde fuera, miramos y nos acordamos del IRA y el GRAPO, pensando a quién se parece más la ETA de hoy. Es una pregunta vieja. Porque no hay muchos en ETA capaces de aprender de la experiencia de los grapo. Tampoco de eso tienen memoria histórica. Y porque pasó el tiempo en que pudo haber correlación entre la experiencia irlandesa y la vasca. Lo ha dicho el Grupo de Apoyo en el Europarlamento, dispuesto a seguir denunciando la situación de los presos encarcelados por pertenencia a organizaciones políticas, pero lanzándoles al rostro la responsabilidad de estar supeditados a los intereses de los estrategas de la sangre. En las antípodas de la relación IRA-Sinn Féin. El problema político de Euskadi no es el de ETA. Ella tiene su propia realidad. Virtual. Por eso seguirá siendo dolorosa.