Ocho ministros del Gobierno español, con su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, a la cabeza, asistirán a la octava reunión de alto nivel entre España y Marruecos que se inaugurará hoy en Rabat (Marruecos). La, que se celebrará hasta mañana, se desarrollará en un clima menos hostil que el que caracterizó la última, celebrada en septiembre del 2005 y coincidió con el asalto masivo de subsaharianos a las vallas de Ceuta y Melilla.

Tampoco se respirará la tensión de la penúltima, a la que asistió José María Aznar (diciembre del 2003); todavía estaba demasiado próximo el recuerdo de Perejil y ambos ejecutivos tenían posiciones muy distantes sobre el asunto del Sáhara. Un tema encauzado por el Gobierno de Zapatero, con un giro favorable a Rabat, al intentar por igual que la salida del contencioso contente a saharauis y marroquís. Fuentes de la Moncloa creen que las relaciones diplomáticas viven "un momento dulce". "Nunca hubo esta intensidad", aseguraron esas fuentes antes de añadir que los dirigentes hablarán de inmigración, nuevos proyectos económicos y cooperación.

Esta buena relación, que a España le interesa, se puede ver enturbiada, no obstante, por cuatro asuntos cruciales. La soberanía de Ceuta y Melilla, que Mohamed VI no ha reclamado aún a pesar de haberlo anunciado; la lucha de Marruecos contra el tráfico de personas que llegan a territorio español; la cooperación antiterrorista, y el futuro de los saharauis --el plan del Ejecutivo de Marruecos descarta el referendo de autodeterminación y propone que el Sáhara sea una autonomía-- marcarán, pues, el encuentro en Rabat.

Precisamente, Amnistía Internacional ha remitido una carta a Zapatero --que se reunirá el próximo martes con Mohamed VI-- para que no olvide tratar temas espinosos como "la persecución judicial" a los saharauis y "la falta de avances para poner fin a la impunidad de crímenes cometidos en el pasado".