El Roto resumió hace unos días el estado de ánimo de buena parte de los madrileños. "¿Por qué no votamos directamente a los constructores y nos dejamos de intermediarios?", se preguntaba un ciudadano en su viñeta. Y es que si algo ha quedado en la mente de los madrileños es que la promesa de Rafael Simancas de parar los pies a la especulación inmobiliaria abrió la caja de los truenos. La broma costará al erario público 6 millones de euros (1.000 millones de pesetas).

LA NOCHE ELECTORAL

Las cosas ya empezaron a pintar regular la noche electoral del 25 de mayo. El recuento se eternizó y hasta las 3 de la madrugada no pudo cantar victoria Simancas, candidato socialista. Lo hizo porque no es adivino y no podía saber que dos de sus diputados se pasarían al enemigo. A esas horas, Simancas tenía 47 escaños más los 9 que IU le cedería. Entre los dos ganaban a Esperanza Aguirre.

FIN DEL PACTO DE IZQUIERDA

Entre el 26 de mayo y el 10 de junio los diarios e informativos locales se ocuparon sólo de los pactos de Gobierno entre PSOE y IU. Nadie sospechaba entonces la relevancia informativa que adquirirían dos individuos hasta entonces casi anónimos. Fue el 10 de junio, en la sesión de constitución de la renovada Asamblea de Madrid, cuando cinco minutos antes de la votación, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez saltaron al estrellato. Abandonaron el Parlamento y a su partido, el PSOE. Dinamitaron la mayoría de izquierdas y regalaron la presidencia de la Cámara al PP, que aceptó el presente sin sonrojarse.

Las sospechas de corrupción saltaron. Los traidores aludieron a problemas de conciencia para apoyar un pacto con IU. El PSOE expulsó a cuantos relacionó con la espantada. El PP pidió nuevas elecciones. Y todos exigieron una investigación: la izquierda, para desentrañar la trama de corrupción inmobiliaria que aseguraban que explicaba la traición; y la derecha, para demostrar que el asunto era un problema interno del PSOE.

MADEJA ENMARAÑADA

Cada día había un nuevo hilo que enmarañaba la madeja. Aparecieron militantes y cargos del PP relacionados con constructores; y todos ellos con Tamayo. Entraron en escena los promotores Bravo y Vázquez, el abogado José Esteban Verdes, el número dos del PP de Madrid, Ricardo Romero de Tejada. El PSOE desveló el intenso tráfico telefónico entre ellos y Tamayo, y confió en probar la trama del ladrillo en los tribunales y en una comisión de investigación.

No lo logró. Topó con los tribunales y con el PP. La justicia rechazó investigar la trama y la Asamblea aprobó una comisión que nació para no investigar nada. El PP sólo permitió comparecer a 29 implicados que le favorecían. IU, ávida de aclarar que estaba al margen, apoyó esa comisión. Ahí empezó un desencuentro con el PSOE.

LA INVESTIGACION

El sainete de la comisión fue retransmitido en directo por la tele autonómica alcanzando elevadísimas audiencias. Precisamente fueron los investigados Tamayo y Sáez quienes impidieron con sus votos que se aprobaran las conclusiones. La impresión generalizada fue que el PSOE tiene un problema enquistado en la Federación Socialista Madrileña y que miembros del PP se relacionaron con el traidor Tamayo. La trama inmobiliaria quedó sin demostrar, pero caló que si el río suena, agua lleva. Según las encuestas la mitad de los madrileños creen en la existencia de la trama. El más damnificado, el electorado, que debe volver a retratarse hoy. Romero de Tejada, que mintió a la comisión, recibió como premio del PP un puesto en la Caja Madrid.

EL HUECO DE LOS TRANSFUGAS

Con el otoño llegó la nueva convocatoria electoral. El PSOE renovó la cabecera de su lista aprovechando los huecos de los tránsfugas. Vendió limpieza en la política de vivienda y una batería de promesas impactantes entre las que destaca la gratuidad del transporte público para jóvenes y ancianos. Simancas contó, además, para la campaña con los pesos pesados del partido. El PP --al que beneficia la gran abstención que auguran las encuestas-- se tomó las cosas con más calma. Repite lista y no ha cambiado el programa.