El nacionalista Artur Mas ganó ayer las elecciones, pero las fuerzas progresistas del tripartito reunieron escaños suficientes para poder reeditar su alianza de gobierno, esta vez bajo la presidencia del socialista José Montilla. Esquerra Republicana, no obstante, revalidó su condición de comodín: tanto puede darle la presidencia de la Generalitat a Montilla como a Mas.

El futuro Gobierno catalán, en todo caso, habrá de ser de coalición. Con el mandato de las urnas en la mano, ningún candidato está capacitado para gobernar en solitario.

En esta síntesis del escenario político que dibujaron ayer los electores catalanes gravita un dato contundente, muy significativo: la escasísima participación electoral (56,68%), la segunda más baja de la historia de las elecciones autonómicas catalanas, por detrás de la de los comicios de 1992 (54,87%). Todos los líderes coincidieron en lamentar este dato; algo tendrán que ver todos ellos con el elevadísimo desinterés de la sociedad.

Cuando aún no se había escrutado el 100% de los votos pero el resultado ya era palpable, empezaron las llamadas telefónicas cruzadas entre dirigentes de las formaciones del extinto tripartito (PSC, ERC e ICV-EUiA), y también entre CiU y Esquerra. Los contactos y las conversaciones para trabar una alianza de gobierno seguirán hoy y en los próximos días.

REEDITAR EL TRIPARTITO Los socialistas apostaban anoche de forma decidida por reeditar el tripartito de izquierdas, y descartaban toda posibilidad de llegar a un acuerdo con CiU, tanto por activa (una alianza gubernamental sociovergente ) como por pasiva (apoyo desde la oposición a un Govern nacionalista monocolor).

Esta posición topa con los intereses del PSOE, cuyo líder y presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, recela, a la vista de los resultados, de una reconstitución del tripartito, especialmente con el PSC en situación de mayor debilidad que en el 2003. Un acuerdo PSCCiU, ya sea de gobierno o de colaboración parlamentaria, permitiría a Mas alcanzar la presidencia de la Generalitat, y a Zapatero deshacerse del abrazo de Esquerra en el Congreso, que tanta munición de ataque ha brindado estos años al PP, y sustituir su apoyo por el de CiU.

La dirección del PSC, sin embargo, no es receptiva a este planteamiento. Pudiendo liderar un Gobierno de centroizquierda, indicaron fuentes socialistas catalanas, Montilla no le cederá graciosamente la presidencia a Mas ni tampoco se autoconfinará maniatado en la oposición.

En este contexto, las mieles de la victoria debieron de saber amargas en el paladar de Mas, atrapado en su laberinto particular: ganar no le basta para gobernar. CiU venció claramente en escaños (48, dos más que en el 2003), pero quedó por debajo de sus expectativas, que se situaban en torno a los 55 escaños, y en la imposibilidad aritmética de reedición del tripartito.

ALTA ABSTENCION La alta abstención y la aparición de Ciutadans de Catalunya son las dos causas principales de la notable caída sufrida ayer por el PSC. Mientras CiU se mantenía firme en todas las circunscripciones e incluso superaba al PSC por primera vez en la demarcación de Barcelona, los socialistas registraban su retroceso más espectacular precisamente en lo que hasta ahora era considerado su terreno mejor abonado: Barcelona, el área metropolitana y las comarcas cercanas. La irrupción de Ciutadans también ha perjudicado, aunque menos, al PP. El sentido común catalanista de Piqué pierde un punto porcentual y un escaño respecto del 2003. La cifra de participación es la segundo más baja de la historia de las elecciones catalanas.