La campaña electoral echó su cierre ayer. Han sido dos semanas en las que los candidatos municipales y autonómicos han intentado convencernos por tierra, mar y aire para que mañana sea su papeleta la que depositemos en la urna, pero que no han deparado demasiadas cosas nuevas ni sorpresas. La más llamativa, por supuesto, el movimiento del 15-M que ha ocupado calles y plazas de toda España. Pero por lo demás, más de lo mismo en casi todo.

La mayor parte de los políticos han seguido empeñados en hacer su campaña en negativo, hablando más del rival que de lo que se propone, de lo mal que lo hizo el otro, o de lo mal que lo va a hacer. Parece que al final uno tenga que decidir el voto por descarte. Por no hablar de la capacidad que tienen para hacer lecturas de la realidad a su antojo. En menos de una hora, he llegado a escuchar en tres cadenas distintas a otros tantos políticos asegurar de forma vehemente que sus respectivas regiones eran las que mejor habían aplicado la Ley de Dependencia. Si descartamos el triple empate, alguno de ellos no decía la verdad a sus electores. Aunque al menos hablaban de política autonómica, porque por mucho que se haya repetido que estas son las elecciones de la cercanía, de las pequeñas cosas y de la política del trazo fino, al final, hacer una lectura en clave nacional de todo ha sido un recurso fácil empleado demasiado a menudo.

El caso es que ayer acabó la campaña y la jornada electoral de mañana en Extremadura se afronta con mayor incertidumbre que nunca. Si dan en el clavo las encuestas, la Junta se decidirá en la foto finish , por medio cuerpo a lo sumo, lo que nos aboca a una noche electoral con mucha emoción, antesala quizás de un periodo postcomicios de lo más abierto. Pero para casi todo lo demás, lo dicho, más de lo mismo.