El caso Pretoria y sus detalles han deprimido un tanto a la clase política catalana, sobre todo, a la franja sociovergente, a los dos grandes partidos, el PSC y CiU. Entre los socialistas impera la perplejidad por lo abultado de los cifras que manejaban los ya exmiembros del partido. En el caso de los nacionalistas, al margen de que algunos asistan con desagrado a la voracidad económica de dos de sus más relevantes exdirigentes, se impone el sentimiento de que existe una campaña que persigue impedir que Artur Mas se convierta en presidente tras las autonómicas previstas para otoño. Las cúpulas de ambos partidos coincidían en poner la mano en el fuego por los dirigentes relevantes que recibieron la llamada de los hoy imputados y que aparecen en el sumario de Pretoria. Es decir, subrayaron ayer que no existe dudas sobre la actuación de Antoni Castells, la de Joaquim Nadal y la de Artur Mas.

En el PSC han pasado de la conmoción que provocó la detención del exalcalde de Santa Coloma de Gramenet, Bartomeu Muñoz, y otros cargos muncipales, a la estupefacción por las cifras que los implicados en la trama se embolsaron. "¿Cómo puede ser que estos tíos tuviesen todo esto montado y no fuésemos capaces de detectarlo?", se pregunta uno de los dirigentes más importantes del PSC. Los socialistas saben que su electorado, inmerso en la crisis, no perdona la corrupción, aunque confían en que la contundencia con la que actuó el partido al expulsarlos de manera inmediata sea entendida por sus votantes.

Muñoz era el pijo del PSC. Se desplazaba en Mercedes, jugaba a golf, y para hablar de negocios invitaba a cenar en restaurantes caros. ¿Nadie sospechó? Algún dirigente del partido se atreve a confesar que en el PSC había quien especulaba que este tren de vida "tan poco socialista"no podía pagarse con el sueldo de alcalde. Si Muñoz era el pijo, Luis García, Luigi, era el "chorizo". "En el PSC lo sabía todo el mundo". La frase es de un dirigente socialista.