Centenares de miles de catalanes mostraron ayer su anhelo de convertirse en un país independiente. Medio millón de ciudadanos, según los organizadores del acto, unieron sus manos desde la frontera francesa, en El Pertús, hasta tierras valencianas, en Vinaroz (Castellón) --lo que era la antigua Vía Augusta--, donde se sumaron independentistas valencianos. Una marea humana que de manera pacífica y festiva reclamó la celebración de un referendo sobre la independencia de Cataluña, mostrando su deseo de que se celebre el próximo año sin más dilaciones.

La presidenta de la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), Carme Forcadell, fue la encargada de trasladar el recado a Mas, quien no participó en la cadena. Primero en la reunión que mantuvieron a mediodía en el Palau de la Generalitat y después ante las miles de personas que se concentraron en la Plaza de Catalunya. Forcadell proclamó que "no podemos ni queremos esperar más". Y ante los últimos cambios del Gobierno catalán con el calendario de la consulta, la presidenta de la ANC apremió a Mas a cumplir con su palabra: "Ahora, no en el 2016".

LA RESPUESTA El Gobierno catalán aseguró sentirse reforzado en su hoja de ruta tras el éxito de la cadena humana. El consejero de Presidencia, Francesc Homs, que como la mayoría de miembros del Gabinete --a excepción del presidente y de los consejeros de Interior y Agricultura, ambos de Unió-- se encadenó a favor de la independencia, subrayó que Cataluña ha lanzado un doble mensaje. Uno destinado al Ejecutivo del PP, al que, unas horas antes, Mas había alertado en su discurso de que si no mueve ficha tendrá un "grave problema". El otro destinatario es la comunidad internacional, que demostró un cierto interés a tenor de la presencia de corresponsales extranjeros y de las informaciones sobre la Via Catalana que aparecieron en algunos de los principales medios.

Así, el francés Le Figaro destacó el "desafío a Madrid"; el Financial Times recordó que Mariano Rajoy "dice que está preparado para negociar" pero rechaza permitir la celebración de un referendo. Al-Jazeera, en su canal internacional, se encargó de recordar el papel de motor económico de Cataluña mientras que la CNN estadounidense interpretó que "centenares de miles de catalanes quieren aumentar la presión de Madrid para lograr la secesión".

Sea para no tensar las negociaciones con el Gobierno catalán o para desdeñar el éxito de la convocatoria, la respuesta del Gobierno central se limitó a un par de frases de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. "Lo peor que puede hacer un político es obligar a sus ciudadanos a dividirse", comentó en los pasillos del Congreso, sin citar explícitamente al presidente de la Generalitat. Como es habitual siempre que se le interpela por las pretensiones del Ejecutivo catalán, la vicepresidenta insistió en cuál es el campo de juego: "Este Gobierno también es Gobierno para Cataluña y para sus ciudadanos, y nosotros estaremos siempre en lo mismo: en el diálogo dentro de la Constitución, un marco de convivencia que nos ha servido a todos los españoles para consolidar una democracia para alcanzar niveles de bienestar que ahora se trata de recuperar, y me gustaría que todos fuéramos conscientes de eso".

EL OTRO EXTREMO Quien en cambio decidió que esta Diada era distinta fue el PP catalán que, por primera vez, no asistió al acto institucional de la Ciutadella. Ese mismo que se inventó Pasqual Maragall en el 2004 para que, entre otros, los populares se sintiesen más cómodos. Y lo consiguió puesto que el entonces presidente del partido, Josep Piqué, señaló que el formato permitía integrar a republicanos y populares en un mismo acto. Alicia Sánchez-Camacho decidió ayer montarse su propia celebración de la Diada y se convirtió, junto al líder de Ciutadans, en los dos únicos dirigentes catalanes que no asistieron al acto oficial, este año convertido en un homenaje al escritor Salvador Espriu. Hubo más esteladas (bandera independentista catalana) que el año pasado, fiel reflejo de la progresión del independentismo que detectan las encuestas.

El presidente Artur Mas manifestó que el Gobierno de Rajoy no puede desoír el clamor manifestado ayer en Cataluña a favor del referendo independentista.

También como cada año, los movimientos de la izquierda anticapitalista se manifestaron por las calles de Barcelona. Unas 50.000 personas asistieron a la marcha sin que se registrase ningún problema. De hecho, el único incidente de la jornada se produjo en la delegación de la Generalitat en Madrid donde un grupo de encapuchados y otros a rostro descubierto portando banderas de la Falange interrumpieron el acto de celebración de la Diada.