El ministro de Defensa, José Bono, sólo regresará a España cuando pueda hacerlo con los cadáveres de los 17 militares fallecidos, y con los cuatro heridos que han pedido volver. Es decir, cuando todo el trabajo haya sido completado "con seriedad, certeza, el máximo rigor y, por tanto, sin prisas", aseguró ayer.

La primera persona a quien saludó Bono al llegar, ayer por la mañana, a la base española de Camp Arena , en Herat, fue a la sargento Susana Pérez Torres. Era la esposa del sargento Alfredo Francisco Joga, uno de los 17 militares fallecidos 20 horas antes. En septiembre iban a celebrar su primer aniversario de boda y él habría cumplido 30 años. Pero sus restos yacían ahora en el hospital de la base junto a los de los 16 compañeros muertos, a la espera de que el equipo de forenses de la Guardia Civil comenzara los trabajos de identificación. Para esa mujer fueron las primeras palabras de pésame, aliento y cariño del ministro.

Bono describió el ambiente, a varios medios de comunicación, como de "dolor y tristeza". Pero, al tiempo, de "gran serenidad" y con la "moral fuerte" propia de unos militares cuya misión se encamina a la paz, bajo el mandato de la ONU y "con el apoyo del pueblo español", dijo Bono.

El jefe de la misión, coronel Miguel Moreno, le acompañó a visitar a los cuatro soldados heridos, que iban en el segundo helicóptero. "Están bien, sus familias pueden estar tranquilas; me han pedido volver y volverán si así lo desean", dijo el ministro. "Es lógico que flaqueen cuando han vivido esa experiencia tan traumática", comentó ayer un alto cargo antes de añadir: "Parece milagroso que los ocupantes del segundo helicóptero hayan podido salir sanos y salvos después de ver el lugar donde aterrizaron; es milagroso que el aparato no haya chocado con los peñascos o haya volcado".

Después, Bono, acompañado por el jefe de la comisión de investigación, el general del Ejército del Aire Enrique Pina Díaz, se desplazó al lugar del siniestro en un helicóptero similar al que se estrelló. "Hemos intentado hacer una reconstrucción de los hechos", dijo antes de explicar que el aparato volaba a muy baja cota por seguridad y tras remontar una colina "se precipitó y rozó la tierra con el tren de aterrizaje". "En ese momento --prosiguió su relato-- debió romper el rotor de cola y el aparato quedó sin control y cayó 60 metros después y explotó, originando la humareda y la enorme mancha negra que se ve en el suelo".

El ministro y los expertos deducen que, al ver la columna de humo, el piloto del helicóptero que iba detrás "consideró que lo prudente era alejarse", pues si se trataba de un ataque no convenía servir de blanco. "Entonces giró a la izquierda para ponerse a resguardo y logró realizar un aterrizaje de emergencia. Aún estoy impresionado de la pericia del piloto, de cómo pudo aterrizar en ese lugar, entre peñascos, ya que las alas estaban muy cerca de las paredes del barranco".

LA MUNICION ESTALLO Las explosiones que se oyeron inmediatamente después de la caída del helicóptero fueron debidas, según el ministro, a que el calor del incendio hizo estallar la munición de las dos ametralladoras de a bordo. "Hemos visto muchas vainas de cartuchos y muchas balas que habían estallado por el calor de la combustión". Ninguna de ellas parecía que hubiera sido percutida por las ametralladoras. El intenso calor fundió el aluminio del aparato.

Cuando regresó a la base, informó al presidente del Gobierno de la versión de los técnicos militares y centró su atención en las tareas de identificación de los restos de los fallecidos.