Un militar, el general Félix Sanz Roldán, será desde hoy el jefe de los espías españoles. Y el encargado de apaciguar un Centro Nacional de Inteligencia que, en las últimas semanas, ha ocupado en demasía las portadas de los periódicos por los conflictos internos.

"Un equipo de espías está funcionando bien cuando nadie se acuerda de que existe", coincidían en recalcar la semana pasada en el Congreso políticos de distinto signo.

Quizá por ello Zapatero ha escogido a Sanz Roldán. No será la primera vez que tenga que ponerse manos a la obra para cerrar heridas: en el 2004 se convirtió en Jefe del Estado Mayor de la Defensa de la mano del entonces ministro José Bono. Entonces tuvo que aplicarse en reorganizar el sistema de contratación de viajes tras la tragedia del Yak-42. También tuvo que lidiar con las iras de sus homólogos norteamericanos tras la retirada de las tropas españolas de Irak y el gesto de Zapatero de no levantarse ante la bandera de Estados Unidos. Y lo hizo con éxito y dignidad, pese a que protagonizó algún incidente diplomático al decir, en público, que España había dado "mucho" a los americanos y recibido poco a cambio.

Seguramente, el saber enmendar sus propios errores le ha valido el respaldo de un Zapatero que, en el 2007, le propuso para ocupar la presidencia del comité militar de la OTAN. En el 2008, Sanz pasó a formar parte del equipo de asesores del presidente.

Cuando creía que vivía una especie de "prórroga" de su carrera militar que debía desembocar en la jubilación, recibió ayer por la mañana una llamada de Zapatero que le cogió completamente "por sorpresa". Como reconoció anoche en la fiesta anual que la embajada de EEUU convoca para celebrar el 4 de julio, no se esperaba el nombramiento, pero aceptó "encantado" y "satisfecho" el ofrecimiento del presidente.