Aunque la política las enfrenta, tienen cosas en común: son de una misma generación, llegaron a Madrid de la mano de sus maridos y cambiaron la plácida vida provinciana por el ajetreo de la capital. También son madres de dos hijos, pero a la vista está que presentan dos estilos de mujer muy distintos.

Sonsoles Espinosa (Avila, 1961) tiene claro que la vida pública de su marido, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no va a interferir en su vida privada. Y aunque parezca difícil, lo está consiguiendo. Aun viviendo en la Moncloa, la mujer de Zapatero esquiva los objetivos. Su intimidad es coto privado. Sonriente, moderna y de aspecto fresco, la esposa del presidente no tiene carnet del PSOE y prefiere mantenerse al margen. El político es su marido, pero aunque no lo quiera, desempeña un papel público de gran calado. Su imagen y sus gestos se analizan con lupa.

Licenciada en Derecho, Sonsoles cambió de profesión y ahora es profesora de canto y actúa como soprano. Tras llegar a la Moncloa, en el 2004, dejó claro su interés por la estética y su esfuerzo por acertar con su imagen, y lo consiguió con el buen hacer de la diseñadora y amiga Elena Benarroch, conocida por sus pieles y su tienda en pleno barrio madrileño de Salamanca. Pero esta aguja de la plana del PSOE no solo viste a los socialistas en ejercicio; Isabel Preysler también es clienta.

Siempre estilosa con su asimétrico corte de pelo, la mujer de Zapatero viste firmas internacionales que no bajan de los 1.000 euros por prenda que Benarroch vende y que componen casi la totalidad de su guardarropa. En su armario guarda jerséis de cachemir de Loro Piana, vestidos de la alemana Jil Sander y de Dior; bolsos y manoletinas (su zapato favorito) de Walter Steiger; delicadas pamelas de Philip Treacy... Y joyas, sus preferidas, las diseñadas por Felipe González que Benarroch vende en su tienda. A veces lleva modelos del diseñador David Delfín, a quien un día el PSOE tildó de misógino.

La soprano Sonsoles también luce piezas de la colección privada de Benarroch, prestadas o regaladas, como el broche y las dos pulseras de baquelita en color caramelo, de los años 40, que lucía la noche electoral.

La mujer de Mariano Rajoy, Elvira Fernández (Pontevedra, 1965) también es discreta. Tanto, que podría pasar por la mujer invisible. Licenciada en Empresariales, se siente militante del PP, aunque no ejerza, y sigue siendo una gran desconocida. Por exigencias del guión, durante la campaña Elvira cedió y acompañó a su marido, sin embargo ella sigue manteniéndose al margen.

A la mujer del presidente del PP --Viri para los amigos-- no le interesa para nada la moda, y a la vista está. Según cuentan sus amistades, todo lo deja para el último momento y "se pone lo primero que pilla". Su clasicismo se adivina en los colores neutros y los patrones convencionales de sus prendas, la mayoría trajes de chaqueta anodinos y recatados vestidos. Como buena gallega, cuando alguna vez se decide por algún diseño de firma elige a Adolfo Domínguez o Roberto Verino, aunque en ocasiones viste de Carolina Herrera. A veces incluso se arregla la ropa ella misma, ya que tiene buenas manos para la costura.

Luce melena recta sin tinte, y cuando va a Pontevedra a ver a la familia se acerca a la peluquería de toda la vida a recortarse el peinado. Quizá por eso no exhibe el empalagoso estilo de mechas rubias, sobrecarga de accesorios y tonos pastel tan común entre las féminas del Partido Popular.