Miguel Angel Moratinos intentó ablandar ayer a los críticos que han visto en su visita a Gibraltar una concesión peligrosa tras 300 años de ocupación británica. El ministro de Exteriores considera que el objetivo principal de España "en el siglo XXI" tiene que ser "ganarse el corazón y la mente de los gibraltareños" y olvidar las medidas "coercitivas" que no han dado resultado en el pasado. Pese a que no lo requiere el derecho internacional ni lo señala ninguna de las resoluciones de las Naciones Unidas sobre el asunto, Londres se comprometió hace décadas a que cualquier decisión sobre el futuro del Peñón pasaría por la opinión de los llanitos. "Hay más de 20.000 gibraltareños que tienen que aceptar y aprobar cualquier acuerdo entre Madrid y Londres", declaró Moratinos en una entrevista en RNE. "Difícilmente cualquier acuerdo puede tener sostenibilidad sin el apoyo de la ciudadanía", añadió.

El jefe de la diplomacia apostó por ahondar en la cooperación que se aborda en el seno del Foro Trilateral --en el que están representadas las autoridades españolas, británicas y gibraltareñas--, para que esa estrategia dé resultado. "Hay que tener paciencia", afirmó. "Los gibraltareños ven que la España del siglo XXI mejora, cambia, abre nuevos horizontes, y lo que tienen que sentir es que solos, aislados, podrían sufrir mucho", continuó el ministro. Moratinos recordó que, en el 2002, el Gobierno del PP negoció con el Reino Unido para encontrar una solución en la soberanía compartida.

El titular de Exteriores dijo que entonces el PSOE actuó con lealtad pese a que los populares "dilapidaban" de esa manera "la mitad de la soberanía". El exministro Josep Piqué fue el encargado de negociar con su homólogo, Jack Straw.

En el último momento de las conversaciones, Londres endureció sus condiciones y exigió controlar totalmente la base militar, extremo que limitaba la fórmula de cosoberanía.