Muchos son los refranes que reflejan, aunque no con suficiente fidelidad, lo que ayer sucedió en las bancadas de los grupos catalanes del Congreso. Los nacionalistas catalanes ni pusieron sus barbas a remojar al ver las de sus vecinos cortar, ni se pusieron la venda antes de la herida. Al menos, no todavía. Lo que hicieron los portavoces de ERC, Joan Puigcercós, y CiU, Josep Antoni Duran, fue mirar de reojo hacia Euskadi. Mirarse como otras veces en el espejo vasco, pero esta vez con un profundo temor.

Si el Congreso puede dar al traste con la reforma del estatuto vasco, ¿por qué no puede hacer lo mismo con el texto catalán? Aparte de votar a favor de que la Cámara baja tramite el plan Ibarretxe, Puigcercós alertó de que ERC no aceptará que "desde un despacho" --en alusión al entendimiento entre PSOE y PP-- se constriñan las aspiraciones de autogobierno de Cataluña. Y Duran, que tardó en confirmar su voto favorable al plan, pidió respeto para quienes defienden una "identidad nacional" distinta a la española.