Santiago Cózar, de 50 años, no podrá acceder a una ayuda como víctima del terrorismo porque no ha podido probar documentalmente que sufrió lesiones en un atentado del 11 de mayo de 1979 en Sevilla, pero sí podrá solicitar una condecoración con carácter honorífico y sin derecho a compensación económica.

Así le ha respondido la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, a quien Cózar recurrió después de que el Ministerio del Interior le denegara la ayuda por el mismo motivo.

La contestación de Becerril aclara que esa condecoración es "para ilesos" y que su concesión dependerá de la documentación que pueda aportar a su favor.

El Servicio Andaluz de Salud (SAS) no le ha podido certificar a Cózar que fue atendido en un hospital de Sevilla tras aquel atentado contra una sede del Partido Socialista de Andalucía (PSA) situada en la sevillana calle de las Sierpes, ya que no existe obligación legal de guardar ese tipo de documentos más de diez años.

Se da la circunstancia de que el Ministerio del Interior sí le ha certificado por escrito a Cózar que el día del atentado fue trasladado desde el interior de la sede del PSA al Hospital Virgen del Rocío -entonces denominado García Morato- por policías, que le habían rescatado del lugar del atentado.

Cózar dice cumplir con los requisitos de las dos leyes que protegen a las víctimas del terrorismo y cuenta con el respaldo de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y de la Asociación Andaluza de Víctimas del Terrorismo.

A las 11.05 del 11 de mayo de 1979 se encontraban cinco personas en la sede del PSA, en un segundo piso, pero Cózar fue el que estuvo más próximo al lugar de la explosión, a unos dos metros y medio.

El artefacto explosivo había sido fabricado por los Grapo con tres kilos de dinamita reforzada con metralla y tornillos y la sede del PSA quedó destruida, con tabiques y techos derribados.

Cózar, que entonces tenía sólo 16 años, fue evacuado por los artificieros de la Policía, pero antes de ser rescatado ayudó a una limpiadora que quedó semiinconsciente por la onda expansiva, por lo que la Policía le dijo ya entonces que se le podría proponer para recibir una condecoración.

Desde entonces tuvo que someterse a tratamiento neurológico y a medicación por las consecuencias psicológicas que le dejó el atentado.