El candidato Rodríguez Zapatero llega a la investidura sin gastar posta en la negociación con los grupos minoritarios, y el escenario subsiguiente es que todos son conscientes de que hoy no cabe la adhesión, pero mañana nadie quiere la tensión. En el caso de la política autonómica, en el mismo discurso del presidenciable en el que Rajoy no encontraba concreción sobre el modelo de Estado, aquel que casi se le rompía en la legislatura pasada, los nacionalistas intuían el riesgo de recentralización de competencias. Así lo expusieron los portavoces de los grupos minoritarios tras el discurso inaugural, que reclamaron una concreción que no llegó sobre, por ejemplo, la financiación autonómica de esa España en la que "caben todas las identidades". Temores asentados en la experiencia, un molde en el que con poso de razón asentaron sin dificultad y con desazón las reflexiones de Zapatero sobre la igualdad de los españoles que, en educación, sanidad o derechos sociales, se dispone a garantizar. No en vano, casi esas mismas palabras sirvieron en su día al PP para lanzar leyes como la de Calidad de la Enseñanza, contestada por invasora de competencias, o más cerca, la de Dependencia: todos sintieron que la medalla del Gobierno socialista salía del bolsillo de las autonomías.

Por la tarde, llegaron los matices para que no se rompan confianzas ya frágiles. Y, en justicia, hay que admitir que el tono general fue más reconfortante de lo que sus señorías nos tenían acostumbrados en el final de la pasada legislatura, y aquí hay que incluir al propio Rajoy. Después llegaron los guiños. A Duran Lleida le confirmó el candidato que publicará las balanzas fiscales, y al debutante Ridao, la promesa de que no se recentralizarán las políticas sociales. ¿Y la política antiterrorista? Desde luego, no dio para grandes titulares, a expensas del cruce nocturno de opiniones con Erkoreka. Al brindis general a un acuerdo de todos le puso carril Rajoy en dirección al pacto antiterrorista. El mismo carril que intuye con decepción el tripartito vasco que gobierna en Vitoria tras escuchar la víspera a José Blanco derogar de facto de la resolución del Congreso. Queda por encajar en el dibujo el diálogo con Ibarretxe: a fecha de hoy nadie parece haberle hecho sitio en el lienzo, pero ahí sigue.