Los diputados del PP no resistieron la fuerza de la costumbre. Sus dirigentes habían recomendado templanza en el debate sobre la tramitación del Estatut, pero no fue así. Lograron estar casi ocho horas sentados y contenidos, hasta que la segunda intervención de José Luis Rodríguez Zapatero desató el festival. El diputado socialista Alvaro Cuesta, al final, pasada la una de la madrugada, tras decenas de interrupciones de los conservadores, estalló: "¡Están borrachos!".

La bronca se incrementó después de que muchos diputados hubieran salido a cenar coincidiendo con la primera intervención del portavoz socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba. Cuando regresaron, el presidente del Congreso, Manuel Marín, tuvo que interrumpir la sesión para advertir: "Las condiciones del debate son imposibles y los inconvenientes vienen sistemáticamente de la misma bancada; si no se garantiza un desarrollo normal, suspenderé la sesión y estaremos aquí hasta el día del juicio final".

En esos momentos, aún había más de un millón y medio de espectadores siguiendo el debate por La 2 en toda España. En las pantallas podía intuirse que algo pasaba por las interrupciones del orador y las amonestaciones de Marín, pero poca cosa más, porque el presidente del Congreso corta el sonido ambiente pulsando un botón que hay sobre su mesa.

Los de siempre

En los bancos del PP, los de siempre eran los protagonistas. Se les cita en el diario de sesiones: Vicente Martínez Pujalte, Rafael Hernando, Manuel Atencia y muchos otros, como José Madero, todos dedicados a interrumpir las intervenciones con gritos y aspavientos. "Les pido que se callen", reclamó Marín, a lo que un diputado del PP respondió con un rotundo: "No me da la gana", lo que casi logra sacar de sus casillas al presidente del Congreso.