El atentado fue un jueves. El lunes, todos fueron a clase, incluidos los ocho alumnos que perdieron a un familiar. Cinco se habían quedado huérfanos de madre, uno perdió a su abuelo y dos hermanos pasaron a vivir con sus tíos porque su padre y su madre habían cogido juntos el tren. La consigna de volver a la normalidad marcó la actividad del colegio Ciudad de Valencia. Un año después, los profesores están seguros de haberlo conseguido.

Si se celebra el día de la paz, dibujan un mural con palomas blancas. En Carnaval, todos disfrazados. Si hay fiesta, se lanzan globos. Y Modesto Pardo, director del centro, apunta que como se pongan a jugar a fútbol se pelean "por cualquier chorrada". Igual que antes. "Están francamente bien. Son más fuertes que los adultos", dice.

Los chavales son fuertes, pero eso no quiere decir que puedan sobreponerse solos. Para eso están los profes y la orientadora, que habla con ellos siempre que quieren, está en contacto con las familias. El director está satisfecho porque no han necesitado atención psicológica especial: "Cuando sale el tema, se les explica. Los pequeños suelen preguntar en clase, pero los más mayores prefieren hablar con la psicóloga".

Algunos de los niños tienen cuatro y cinco años. Pardo ha visto que, por su edad, superan antes la desgracia y no llegan a preguntar la causa. "Eso les ocurre a los que son un poco más mayores, los que tienen entre nueve y once años. Algunos trajeron la foto de su madre, para que los compañeros de clase vieran lo guapa que era. Les hacía sentirse mejor".

No se les habla de "malos" ni de "asesinos" sino que se les recuerda los cientos de cartas, dibujos y mensajes de todo tipo que llegaron al colegio desde toda España para animarles. "Lo ponemos en una balanza y les hacemos ver que se inclina hacia un lado porque la mayoría de gente es así, buena, y que los otros son una minoría". El odio no tiene cabida en ellos, pero sí hay temor de que pueda aparecer cuando cumplan 15 o 16, "una edad más fácil para que caigan en extremismos".

El Consejo Escolar votó en contra de que los alumnos guardasen el día 11 un minuto de silencio para no remover los recuerdos ni dar lugar a reacciones imprevisibles. Los más de 20 años de experiencia dando clase no le sirvieron de nada al director cuando tuvo que dar una mala noticia: "A hacer eso no se aprende nunca. Casi no tuve tiempo de pensar esos días, pero aguanté. Al fin y al cabo es mi trabajo y me gusta. Los chicos que estudian aquí son mi responsabilidad".