El himno valenciano no sonó ayer en el Congreso, pero los políticos nacidos en esta autonomía demostraron sabérselo. Y se lo tomaron al pie de la letra: llegaron juntos y presumieron de que su Estatuto supondrá más gloria para España, porque no pide mucho a la Carta Magna.

"¡Txe, quina casualitat!", dijeron al coincidir en la puerta de las Cortes el presidente valenciano, Francisco Camps, el portavoz del PSOE en el Senado, Joan Lerma, y dos de los ministros valencianos del Gobierno, Pedro Solbes y Jordi Sevilla. Zaplana, que antepuso su origen murciano sobre su pasado político en Valencia, llegó tarde. Justo cuando Camps ya estaba en la tribuna de invitados.

Lo que quedó claro ayer es que dan mejor localidad si te van a rechazar la reforma que si te la aceptan. Ibarretxe vio cómo el Congreso le decía que no a su plan sentado en un escaño. Los ponentes del PP y del PSPV, Serafín Castellano y Joan Ignasi Pla, siguieron la aceptación del trámite del suyo sentadosen medio del ruedo. La misma unidad que entre Maragall y Piqué.

Al subir a la tribuna, Castellano hizo honor a su nombre y no usó el valenciano ni una sola vez. Pla comenzó dos párrafos de su discurso igual que se titula el famoso libro de Joan Fuster, Nosaltres els valencians (Nosotros los valencianos) . Eso fue todo, porque cambió de idioma para acabar la frase. No era cuestión de enfadar a Manuel Marín por el uso de la lengua.

Sencillamente españoles

Faltó el humor. Federico Trillo y el portavoz de ERC, Agustí Cerd , intentaron solventarlo. Trillo resumió la cláusula Camps como una muestra de que los valencianos no quieren ser "ni más ni menos que nadie, sino sencillamente españoles". Cerd la calificó de "marxista, pero de los hermanos Marx", porque, como en aquella película donde todos se apelotonaban en un camarote, sólo faltó pedir dos huevos.