El secuestro más largo de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) comenzó y ha acabado en domingo. En medio, 267 días de cautiverio que truncaron la ruta que Albert Vilalta y Roque Pascual realizaban dentro de la caravana de Barcelona Acció Solidària y han retrasado nueve meses el regreso a casa tras unos 10.000 kilómetros que se han hecho eternos y angustiosos. Optimismo y pesimismo se iban entremezclando ante la escasa información que trascendía y las cambiantes reivindicaciones islamistas.

La confirmación del sello de Al Qaeda, el 8 de diciembre, hizo temer un cautiverio prolongado. La franquicia magrebí de Osama bin Laden actúa en la zona del Sahel y los secuestros de occidentales, muchos de ellos al norte de Malí, son su principal fuente de financiación. La hipótesis de que debería pagarse un rescate cobró fuerza, aunque los terroristas nunca llegaron a publicitar sus condiciones exactas.

En continuo movimiento

La travesía de Vilalta y Pascual en nueve meses resulta imposible de trazar. En este sentido, las fuentes diplomáticas sabían que los islamistas movían a los secuestrados continuamente por cuatro países: Mauritania, el norte de Malí, el sur de Argelia y el este de Níger. Una zona de cuatro millones de metros cuadrados por la que nunca estuvieron más de dos días en un mismo lugar. Las riendas de la negociación también han ido cambiando de mano. De Mauritania pasaron a Malí y de allí a Burkina Faso.

La necesidad de un intercambio de prisioneros se daba por hecha a juzgar por el rumbo que adquirían los otros tres secuestros que AQMI mantenía en paralelo. Un matrimonio italiano y el ciudadano francés Pierre Camatte fueron liberados después de lograr la excarcelación de varios presos islamistas en Malí y Mauritania. Peor suerte corrió otro cooperante francés, Michel Germaneau, capturado por una rama más radical de Al Qaeda y asesinado a finales de julio tras una operación militar conjunta de Francia y Mauritania que fracasó en su intento de localizarle. A raíz de la muerte de Germaneau, el primer ministro francés, François Fillon, proclamó que Francia está "en guerra contra Al Qaeda". "La decisión de participar en esta misión de rescate de Germaneau la tomamos, con el presidente de la República, tras una larga reflexión, en el marco del Consejo de Defensa, porque pensá- bamos que había una última posibilidad de salvarle", declaró en aquel momento Fillon.

En el caso de los cooperantes catalanes, los acontecimientos nunca detuvieron la vía judicial, algo que, a veces, les favoreció. Cuando, en febrero, la fiscalía mauritana condenó a cinco islamistas relacionados con el rapto de Camatte, estos ya habían cubierto la pena y salieron en libertad, precio puesto por los terroristas para liberar al francés. Los siguientes debían ser Vilalta y Pascual.

Sin embargo, las negociaciones, siempre discretas, sufrieron nuevos contratiempos. El 11 de agosto se confirmó la condena a 12 años para el organizador del secuestro de los españoles, Omar Saharaui, lo que hizo temer que se malograran los pasos alcanzados. Su extradición a Malí abrió la puerta a un canje de presos por miembros de Al Qaeda, última ficha antes del feliz desenlace.