Las valoraciones políticas de la peculiar huelga general de ayer en Cataluña no proporcionaron sorpresas. El Govern y el conjunto del independentismo, impulsores de la protesta, consideraron un éxito el seguimiento del paro. La oposición, en cambio, lo tachó de rotundo fracaso.

Los partidos independentistas coincidieron en calificar que la huelga se convirtió en una demostración de «fuerza» de la ciudadanía catalana.

Para el diputado de JxCat Francesc de Dalmases, el paro fue la respuesta de los catalanes al juicio en el Tribunal Supremo contra los líderes del procés, en el que «se pisan derechos fundamentales». «Mientras tiene lugar este juicio, en Cataluña ejercemos de forma pacífica y cívica el derecho a la huelga, una huelga que será recordada como una de las más importantes después de la del 3 de octubre del 2017», sostuvo.

Desde ERC, el candidato a la alcaldía de Barcelona, Ernest Maragall, aseguró que la jornada de huelga «es una demostración de que, tal como dice Oriol Junqueras, [los independentistas] persistimos, porque se visualiza una gran capacidad de resistencia de la ciudadanía catalana».

Desde la CUP, el diputado Vidal Aragonès denunció: «Vivimos una huelga para protestar por una reducción de derechos sociales y laborales, pero también para exigir el ejercicio de la autodeterminación, que no es solo votar en un referéndum, sino también construir otra sociedad».

UN PARO «LLAMATIVO» / El Gobierno central, en cambio, desdeñó la huelga y, en palabras de la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, juzgó «llamativo» que un paro lo secunde un Ejecutivo y no los trabajadores del sector privado. El presidente del PPC, Alejandro Fernández, tachó de «fracaso» la convocatoria y subrayó el hecho de que el líder del sindicato promotor sea un «terrorista condenado por asesinato», en alusión a Carles Sastre, secretario general de la Intersindical-CSC. La líder de Ciudadanos Inés Arrimadas, lamentó «un nuevo día de caos» y acusó a Pedro Sánchez de «abandonar» a los no independentistas.