Fue el primer debate televisivo de mujeres en la historia de la democracia española. Mientras los cuatro principales candidatos salían a la calle para cumplir con el ritual de la pegada de carteles, Andrea Levy (PP), Margarita Robles (PSOE), Carolina Bescansa (Podemos) e Inés Arrimadas (Ciudadanos) se subieron a los tacones en un plató de Atresmedia, que planteó el primer enfrentamiento dialéctico de la campaña del 26-J.

El debate no dejó grandes sorpresas, pero sí permitió constatar de forma cristalina las estrategias de los partidos, claramente definidas tras la configuración en la parrilla de salida determinada por un CIS preelectoral que vaticina el doble ‘sorpasso’ de Podemos al PSOE. Margarita Robles, número dos de los socialistas, salió “a remangarse”, como ella misma admitió, en una actitud de ataque directo a la representante del PP -que le devolvió las pullas pero no consiguió transmitir una imagen de solvencia- y con un ruego a los votantes históricos del PSOE, a quienes hizo una llamada “de corazón” para que no se abstengan. En ese fuego cruzado, Bescansa adoptó un tono profesoral y Arrimadas actuó como un árbitro.

El primer cometido de Robles fue encasillar a Levy como la representante del grupo de los poderosos y autoreivindicarse como alguien que vive “en la calle”. “Señora Levy, usted vive en un plasma, como su presidente, es una privilegiada”, le espetó para desconcierto de la portavoz popular. Alentada por las primeras estocadas, la socialista se vino arriba en el bloque sobre la corrupción y cometió la pifia del debate al referirse a su partido cuando pretendía criticar al PP: “El PSOE no ha dado medios a los jueces estos cuatro años”, dijo, y el error fue tan evidente que incluso Arrimadas, que mantuvo el 'fair play' durante todo el debate, no pudo evitar una carcajada de vergüenza ajena.

"VAMOS AVIAOS"

La juez se refirió a sus contrincantes llamándolas por el apellido, de usted. Bescansa, las interpelaba tuteándolas, con el nombre de pila, desde la serenidad de un discurso en el que logró transmitir su mensaje fuerza en cada uno de los bloques temáticos, desde la economía a la política territorial. A saber: el ciclo político de la transición ha terminado.

El debate evidenció que esta vez Podemos no sale a confrontar. Que lapolarización instalada por el PP en toda la precampaña se ha convertido ya en una bola de nieve con inercia propia, lo que le permite mantener un mensaje sin estridencias, en parte facilitado porque el PSOE fijó sus ataques al partido de Mariano Rajoy. Tan evidente fue la reedición de la pugna entre los representantes del bipartidismo que Arrimadas lo aprovechó para subrayar las dificultades que habrá para negociar a partir del 27-J. “Vamos aviaos si dependemos de que el PP y el PSOE se pongan de acuerdo”, lamentó, en una argumentación con pocos ataques, pero que afeó Levy la corrupción y el aforamiento de políticos como la exalcaldesa de València, Rita Barberá. La representante popular encajó el golpe y sorprendió al admitir que hay modos de actuar de su partido con los que no está de acuerdo “Quiero un cambio, por eso estoy en el comité de dirección”, explicó.

En el debate se planteó la cuestión catalana donde las respuestas fueron las de siempre. Para Robles, “el referéndum no es posible” y Bescansa lo defendió aunque desee que los catalanes decidan permanecer en España.

VENEZUELA Y MINUTO DE ORO

Más allá de que fueran cuatro mujeres -ni Levy ni Arrimadas son candidatas el 26-J pero sus partidos las eligieron para afrontar el debate- la otra novedad fue que por primera vez se coló Venezuela como un bloque temático.

En el minuto de oro, mensajes clave. Levy pidió el voto para un “gobierno moderado, centrado, con experiencia” y prometió “futuro”. Robles, apeló a sus votantes históricos, a los “socialistas de corazón” les recordó los logros del PSOE en sus 137 años y les rogó que no se queden en casa. Arrimadas pidió el voto para Albert Rivera como “presidente honesto, valiente y decidido” y Bescansa se dirigió directamente al voto femenino, en el que Podemos tiene importantes dificultades. Los cuatro discursos pretendieron buscar la emoción, pero sonaron enlatados.