La operación policial que permitió la caída de la cúpula de ETA ha cambiado la vida a dos niños, cuyos padres fueron arrestados: al hijo de Mikel Albisu, Mikel Antza, y Soledad Iparragirre, Anboto , y al del camionero Pedro María Alcantarilla y Lourdes Urdanpilleta.

El hijo de Mikel Antza y Anboto asistía desde hace tres años con normalidad a una escuela religiosa en la localidad donde sus padres fueron detenidos, Saliesde-Béarn. El niño está ahora bajo la custodia de sus familiares. También el hijo de Alcantarilla y Urdanpilleta fue entregado a sus familiares a las pocas horas del arresto de sus progenitores.

El hijo de Albisu e Iparragirre, de ocho años, estaba matriculado en la escuela religiosa Notre Dame de L´Alliance, a un kilómetro de la casona en la que sus padres fueron detenidos. Pese a que la directora del centro no ha querido confirmarlo, el niño asistía a clase con total normalidad desde hacía tres años, habitualmente en compañía de la hija de la otra pareja también detenida, Didier Arricau Cassiau y Maryse Lavie.

Estos últimos eran los propietarios de la vivienda y la tenían alquilada a los dirigentes etarras. La pareja francesa vivía en una casa anexa. Varios vecinos no recuerdan haber visto a Mikel Antza o a Anboto , pero sí a su hijo cuando iba al colegio. Otros, por contra, afirmaron que la pareja acudió alguna vez a las reuniones de padres.

Acreditar el parentesco

Tras la operación policial, las familias de Albisu e Iparragirre intentaron recuperar la custodia de su hijo, que había sido trasladado a un centro de acogida de Pau (Francia). Sin embargo, se presentaron numerosos problemas legales, ya que la situación de ambos dirigentes etarras, en la clandestinidad y con identidades falsas, impedía acreditar la filiación del menor. Finalmente, el martes el niño fue entregado a sus familiares.

Askatasuna, sucesora de las Gestoras pro Amnistía --y también ilegalizada--, confirma que el pequeño se encuentra ya con sus familiares. Presumiblemente se halla en Eskoriatza (Guipúzcoa), donde sus abuelos maternos tienen un caserío que fue, hace más de 20 años, refugio de etarras, o en San Sebastián, donde reside el entorno de Mikel Antza .

Sea donde sea, el fantasma de la banda siempre le acompañará: los dos abuelos del pequeño colaboraron (el padre de Anboto ) o pertenecieron (el padre de Mikel Antza ) a ETA.