Benedicto XVI estuvo frío, distante y protocolario en la audiencia que la mañana de ayer concedió a los representantes de los medios de comunicación en la sala Pablo VI, al lado de la basílica de San Pedro. Quienes estuvieron en ocasión parecida al empezar el pontificado de Juan Pablo II percibieron especialmente el cambio de estilo, ahora rígido y escueto. Las familias de los empleados vaticanos, turistas y otros invitados que se unieron a los 4.000 periodistas presentes en el acto recurrieron al extravertido populismo wojtiliano, pero el papa alemán apenas estuvo sentado 20 minutos en el enorme escenario, sin más gestos que los previsibles.

Mientras la sala esperaba que el Papa entrara por el fondo, como solía hacer Juan Pablo II, para ir andando por el pasillo central hasta el escenario, situado al otro lado, y recibir un baño de multitudes, el Pontífice entró por una puerta lateral, agradeció los aplausos y los vivas con gestos comedidos y tomó asiento. No hubo la deseada mise en scéne que tan bien manejaba el papa polaco.

CUATRO IDIOMAS La audiencia consistió en unas palabras de John Patrick Foley, presidente del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, que habló en nombre de los medios, y en un discurso del Papa en italiano, inglés, francés y alemán. Para sorpresa de muchos, Benedicto XVI no dijo ni una sola frase en castellano, a pesar de que es la lengua de unos 500 millones de católicos. "A este papa no le interesa América Latina", comentó un periodista argentino a la salida de la audiencia. Joaquín Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede, quitó importancia al asunto y declaró que el Papa "pronto hablará en español".

Su discurso se limitó a ser de agradecimiento a los informadores que, desde hace varias semanas, siguen los acontecimientos. Recordó la importancia que dio el Concilio Vaticano II al mundo de la comunicación y mencionó la última carta apostólica dada a conocer por su antecesor, el pasado 24 de enero, dedicada justamente a la globalización de los medios. "El fenómeno actual de las comunicaciones sociales empuja a la Iglesia a una serie de revisiones pastorales y culturales para estar en situación de afrontar de forma adecuada el cambio de época que vivimos", recordó.

Después de rezar una oración con los presentes y bendecirles, volvieron los vivas y los aplausos. Un grupo de jóvenes de Comunión y Liberación alojados en el fondo de la sala empezaron a gritar "¡ven aquí!, ¡ven aquí!", pero la respuesta papal fue sólo la sombra de una sonrisa. Ni siquiera los requerimientos de un grupos de alemanes desviaron los pasos del Pontífice hacia la misma puerta por la que entró 20 minutos antes. Dio la explicación un comerciante del Borgo Pío, la calle donde vivía el cardenal Ratzinger: "Es educado, pero habla muy poco".

¿Nuevo estilo? ¿Timidez? ¿Pocas tablas? Acaso un poco de todo. Algunos especialistas en los entresijos vaticanos aventuran que el Papa dará hoy algún indicio del cambio de imagen que se espera de él.

DIVORCIADOS Por otra parte, el cardenal Julián Herranz, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos (ministro de Justicia) y socio del Opus Dei, no descarta una revisión doctrinal para que los divorciados que se han vuelto a casar reciban la comunión. "Es un asunto sobre el cual la Iglesia deberá interrogarse necesariamente", declaraba ayer Herranz en La Repubblica, que reveló la existencia de un documento sobre la cuestión, elaborado por Joseph Ratzinger antes del cónclave.